Reflexiones sobre la inmigración
Así me parece ·
Una vez que los inmigrantes estén en Europa, aunque hayan entrado de forma irregular, se impone un planteamiento humanitario y de solidaridadEl asunto es de tanta trascendencia que requeriría mayor extensión. Sin embargo, intentaré un esfuerzo de síntesis:
1. Se trata de un problema de importante ... dimensión política. En la Unión Europea todavía no hemos sabido ni siquiera plantearlo con cierta perspectiva espacial y temporal. El cierre hermético de las fronteras comunitarias, ni es posible, ni tampoco conveniente, pues agravaría los riesgos que han de sufrir los que, a toda costa, quieren entrar en Europa. Tampoco sirve de nada pagar a terceros países, como Turquía, Túnez, Marruecos o Albania, para que retengan allí a los que intentan entrar en territorio de la Unión. El nuevo Parlamento surgido de las urnas, y la nueva Comisión, tendrán que definir unas nuevas políticas sobre la inmigración, que se basen en criterios más realistas, y que no olviden los aspectos dramáticamente humanos de la cuestión.
La inmigración también es un asunto capital en Estados Unidos. Cómo afrontar el problema de la frontera Sur es el debate más importante del proceso electoral de las presidenciales de noviembre. Las propuestas de Trump son muy diferentes de las de Kamala Harris.
En España, la importancia política del tema de la inmigración se ha puesto de manifiesto recientemente. Canarias ha pedido un esfuerzo de solidaridad para distribuir entre todas las comunidades autónomas a los menores no acompañados que llegan a las islas. En un primer momento, como era de esperar en un partido de Estado, el PP aceptó el pacto de distribución de menores. Pero después el PP no ha apoyado la reforma de la Ley de Extranjería, y Feijóo se ha ido a Italia a que Meloni le enseñe cómo hacerlo. En cualquier caso, Vox no piensa lo mismo, porque entiende que la presencia de esos menores no acompañados menoscaba la seguridad ciudadana. Y, por esta cuestión, se han roto nada menos que los pactos de gobierno en cinco comunidades autónomas.
Se trata, pues, de un problema político importante y sin resolver.
2. Para cualquier aproximación a esta cuestión, se ha de admitir, antes que nada, que la inmigración es un fenómeno sociológico natural, perfectamente previsible, pero totalmente inevitable. Ha existido siempre, y siempre existirá. Si la gente de un país vive en la escasez y la miseria, sin perspectivas de mejorar, y sin posibilidades de trazar un horizonte vital ilusionante, para sí mismos y para su familia; y si, al mismo tiempo, contemplan, a través de los medios de comunicación, el alto nivel de vida que se disfruta en los países ricos; si todo esto ocurre, es lógico y humano que la gente joven, y la menos joven, de un país pobre decida cambiar su vida en uno de esos países ricos que ve en la televisión. Quieren venir a Europa, o a Estados Unidos, a trabajar, a tener un hogar, a fundar una familia, para que ellos y sus hijos disfruten de nuestra sanidad, de nuestra educación, de nuestras libertades, de nuestro modo de vida. Por mal que les fuese en el país de acogida, siempre vivirán mil veces mejor que en su país de origen. Por eso se sacrifican y arriesgan su vida en el empeño.
3. Pero un político también tiene la obligación de entender las razones por las que, entre los ciudadanos de los países de acogida, hay cierta resistencia, y a veces abierto rechazo, a admitir la inmigración. Se trata del viejo miedo a perder la seguridad, la tranquilidad y el confort de las sociedades ricas. Se teme que la llegada masiva de inmigrantes colapse nuestros servicios públicos, y termine modificando nuestra forma de vivir, al tratar los inmigrantes de hacer prevalecer sus costumbres y sus escalas de valores.
Habrá que desarrollar una intensa y sostenida labor pedagógica para convencer a nuestros conciudadanos de lo infundado de estos temores, y de que la vieja cultura humanista, liberal y democrática de Europa no se verá menoscabada por costumbres y valores propios de fases menos desarrolladas de la civilización.
4. Y, sentadas estas premisas, a mi modo de ver, el problema político de la inmigración ha de ser abordado en un doble plano, pero con planteamientos políticos diferentes:
En un primer plano, desde el punto de vista abstracto y general, hay que aspirar a una inmigración regulada. Europa necesita a la inmigración. Pero para finalidades concretas y determinadas. Hay que conseguir que toda la inmigración venga a Europa con un contrato de trabajo celebrado en origen, como ocurrió con los españoles cuando emigraron a Alemania en la década de los 60 del siglo pasado.
También hay que reducir los incentivos para la inmigración, mejorando el nivel de vida en los países de origen, mediante inversiones y formación profesional.
Ahora bien, en el plano concreto y no abstracto, una vez que los inmigrantes estén en Europa, aunque hayan entrado de forma irregular, se impone un planteamiento humanitario y de solidaridad: se trata de seres humanos que merecen toda nuestra consideración y respeto. Uno de los valores esenciales de la cultura europea es la fraternidad. O dicho en términos cristianos: cualquier inmigrante es nuestro prójimo.
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