El rechazo social a la amnistía
Así me parece ·
No se nos puede pedir a los españoles que olvidemos todo lo que pasó, y que les pidamos perdón a unos delincuentes que tanto daño nos hicieronEl Gobierno de la nación, y los partidos políticos que impulsan o apoyan la proposición de ley de la amnistía, están sorprendidos. No se esperaban ... que las encuestas detectasen que más del 60% de los españoles rechazan la amnistía a los separatistas catalanes. La verdad es que no deberían sorprenderse. Antes del 23-J, Pedro Sánchez decía que el PSOE no contemplaba la posibilidad de una amnistía, porque esta medida de gracia no tiene encaje en la Constitución. Después del 23-J, se ha pasado bruscamente a sostener la tesis contraria. Un cambio demasiado radical, que requeriría cientos de explicaciones. No basta con decir que «hay que hacer de la necesidad virtud»; ni que estaban equivocados, y ahora cambian de opinión; ni que ahora sí que le ven encaje en la Constitución; ni que es imprescindible aprobar la amnistía para acabar con las tensiones sociales y políticas, y así poder «normalizar» la vida política en España.
En mi opinión, todas estas explicaciones son absolutamente insuficientes. Parece como si Pedro Sánchez y sus aliados no hubiesen entendido, o no hubiesen querido entender, las profundas razones que explican el enfado y la indignación que la proposición de ley de amnistía ha causado en la sociedad española. Sólo si se llega a las raíces de esta indignación, se podrán comprender las razones de este rechazo mayoritario. No se trata sólo de si encaja, o no, esta medida en la Constitución. Eso ya es lo de menos. Porque resulta que muchos españoles entienden que la amnistía propuesta por el PSOE es, primero, un error histórico de profundas y dolorosas consecuencias; segundo, un grave error político; y, tercero, un inaceptable alarde de pragmatismo que roza la inmoralidad por parte de Pedro Sánchez. En efecto:
1. ¿Por qué decimos que es un error histórico? En el año 2017, los españoles lo pasamos muy mal. Habíamos logrado, con la Constitución de 1978, unas reglas democráticas para convivir en paz y en libertad. Este pacto de convivencia se fundaba en varios principios. Uno de los más importantes es «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (Artículo 2º). La importancia de este principio de unidad indisoluble se reconoce, entre otros, en el artículo 8º de la Constitución, que atribuye a las Fuerzas Armadas la función de defender la «integridad territorial» de España.
Las llamadas «leyes de desconexión» aprobadas por el Parlamento catalán en septiembre de 2017, el referéndum ilegal del 1 de octubre, y la declaración unilateral de independencia de Cataluña, significaron un gravísimo atentado a la unidad de España. La preocupación, el desasosiego y el temor al futuro ennegrecieron el horizonte vital de muchos españoles. Por primera vez en muchos años, tuvimos miedo de volver a las andadas, a las dos Españas, a las luchas fratricidas, porque éramos conscientes de que los catalanes separatistas estaban dinamitando el principio de unidad de España, y que esto terminaría también destruyendo los demás cimientos en que se funda nuestra convivencia, y que, entonces, dejaría de ser posible, en el futuro inmediato, la convivencia, la paz y la libertad.
Muchos españoles, en esos difíciles momentos, fuimos conscientes de la gravedad de los delitos que estaban cometiendo los separatistas catalanes. Por eso, seis años después, no se nos puede decir que en 2017 no pasó nada, que 'pelillos a la mar' y que, además, los españoles tendríamos que pedirles perdón a los delincuentes por haberlos juzgado, condenado y encarcelado, o por haber expedido órdenes internacionales de caza y captura para los cobardes que no quisieron responder ante la Justicia y huyeron al extranjero. Sinceramente, no se nos puede pedir a los españoles que olvidemos todo lo que pasó, y que les pidamos perdón a unos delincuentes que tanto daño nos hicieron. Y no sólo porque las heridas aún no han cicatrizado, sino también porque los delincuentes, lejos de arrepentirse, se pavonean chulescamente de que lo volverán a hacer.
2. En segundo lugar, además, la Proposición de Ley de amnistía es un grave error político. El separatismo catalán estaba ya en franco retroceso. Había perdido gran parte de su apoyo social y electoral. Con la amnistía, Pedro Sánchez los ha resucitado y los ha revitalizado. Y esto no es bueno ni para «normalizar» la vida política en Cataluña, ni para garantizar la estabilidad del Gobierno de la nación.
3. Y, en tercer lugar, a nadie se le oculta que la amnistía se va a conceder porque Pedro Sánchez necesitaba los siete votos de Junts para su investidura. Los separatistas han exigido un precio muy alto por su apoyo. Y Pedro Sánchez ha antepuesto su interés personal a los intereses de España. Y esto, lisa y llanamente, es una verdadera inmoralidad. No todo vale en política. Hay que tener límites, y respetarlos. Por permanecer en La Moncloa, se ha aceptado la indignidad y la humillación. Y, ciertamente, no valía la pena. Sobre todo, si se piensa que, tanto agacharse, no habrá servido para nada: pronto los separatistas exigirán la autodeterminación.
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