Los partidos y la sociedad
Así me parece ·
¿Qué está ocurriendo? ¿A qué se debe que personas de derechas o de izquierdas no se consideren representadas por los partidos clásicos?Según el artículo 6º de la Constitución española, «los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular ... y son instrumento fundamental para la participación política». Tienen una importante función de vertebración social. Representan a la sociedad española en las instituciones públicas, y, en nuestro nombre, expresan la pluralidad de convicciones y anhelos de toda la sociedad.
Tras más de cuarenta y cinco años de democracia, podemos afirmar que el sistema actual de partidos encauza adecuadamente la pluralidad ideológica del pueblo español. La gente de derechas se considera debidamente representada por el PP; y la de izquierdas, por el PSOE. Hay gente más a la derecha que aplaude a Vox. Y gente más a la izquierda que apoya a ese conglomerado de formaciones que es Sumar. En aquellos territorios en que han arraigado los nacionalismos o los regionalismos, subsisten partidos que reflejan todas esas aspiraciones locales.
Sin embargo, de vez en cuando, se crean nuevos partidos, con la justificación básica de que los existentes no representan a los que impulsan esas nuevas formaciones. La corrupción que atormentó al PP durante años abrió dos brechas tremendas. Por el centro, se lanzó a nivel nacional Ciudadanos, y prosperó con un llamamiento a la sociedad muy sencillo: no a la corrupción. Ciudadanos estuvo a punto de sustituir al PP en la hegemonía electoral del centroderecha. Y a la derecha, la otra brecha la ha ocupado Vox. Y otro tanto ha ocurrido en la izquierda. Podemos, en algún momento, llegó acariciar la idea de superar al PSOE, e incluso de sustituirlo.
Hace unos días, un abogado llamado Guillermo del Valle ha inscrito en el Registro del Ministerio del Interior un nuevo partido político que se llama Izquierda Española. Dice su fundador que la ideología que defiende es de izquierdas, pero que no está de acuerdo con el PSOE en el problema de la descentralización territorial del poder y en el tratamiento a las autonomías. ¿De verdad era necesario este nuevo partido? ¿Acaso el partido de Felipe González, Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y Pedro Sánchez no se define ya como socialista, como obrero y como español?
En este sentido, también cabría plantearse la misma cuestión en relación a la derecha. Algunas personas me dicen que echan de menos un partido liberal y moderado, y que no están de acuerdo con muchos planteamientos del PP o de Vox; que no se sienten representados por ellos; y que en las próximas elecciones no sabrán a quién votar.
¿Qué está ocurriendo? ¿A qué se debe que personas de derechas o de izquierdas no se consideren representadas actualmente por los partidos clásicos? ¿Hará falta también crear un partido liberal, de centro, que haga de la moderación su bandera fundamental?
No es la primera vez que se produce este fenómeno en la historia de nuestra democracia. En otras ocasiones se ha hablado también de la existencia de un divorcio entre la realidad social y los partidos políticos; de una especie de falla tectónica, en la que los partidos van por un lado y la sociedad por otro.
Son muchas las cuestiones en las que algunos votantes del PSOE no están de acuerdo con la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez. Algunas, como la amnistía y el pacto con los separatistas, han determinado que incluso dirigentes históricos, como Felipe Gonzalez, hayan llegado a decir públicamente que, de seguir las cosas así, en el futuro tendrán dificultades para votar al PSOE. Y, también, son varias las cuestiones en las que muchos votantes del PP discrepamos de la gestión de Feijóo. Cuando Alberto Núñez Feijóo vino de Galicia, llegamos a concebir la esperanza de que las cosas iban a cambiar. Él mismo nos dijo que no venía a Madrid a insultar y descalificar, sino a ganar elecciones. Sin embargo, la ilusión duró poco. Pronto volvió a aparecer el rostro duro y crispado de la oposición radical, la que se opone a todo porque sí, la que es incapaz de pactar con el Gobierno ni siquiera en asuntos de interés general.
En mi opinión, ambos partidos deberían reflexionar. Los votantes del PSOE son socialistas, pero también son españoles. La ley de amnistía y el pacto con Junts, o, dicho de otra forma, el precio que se ha pagado por la investidura, ha dejado huérfanos a muchos antiguos votantes del PSOE. Y, de no cambiar de rumbo, quizás encuentren acomodo en Izquierda Española. En cuanto a Feijóo, no debería olvidar que la mayoría del centroderecha español es moderada; que no le gusta la crispación ni el enfado permanente, ni la cotidiana trifulca parlamentaria, ni la parafernalia de insultos y descalificaciones en que se ha convertido la política. Feijóo debería saber que acercarse demasiado a Vox le aleja de la moderación. Que muchos le aplaudirán; pero que otros muchos se sentirán defraudados, decepcionados, desencantados y huérfanos. Y, en el futuro, no sabrán a quién votar. A menos que aparezca ese partido liberal, de derecha moderada, que algunos están reclamando.
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