Así me Parece

Diálogos al sol

«Eso de que con la vejez se alcanza la sabiduría, es una perfecta estupidez. El que era necio de joven, seguirá siendo necio de viejo»

Los dos ancianos se conocían de toda la vida. Habían estudiado el Bachiller en el mismo colegio. Después, uno se hizo ingeniero; y el otro, ... abogado. Cuando la Transición, volvieron a coincidir como militantes de la vieja Alianza Popular. Ahora, ya jubilados, compraban todas las mañanas el periódico en el quiosco de la plaza de Santo Domingo. Se saludaban y nada más. Porque lo cierto era que, pese a sus vidas paralelas, nunca se habían tratado mucho. Sin embargo, una mañana, entablaron conversación. Se sentaron en un banco público, al tibio sol del invierno de Murcia.

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–¿Qué tal llevas la jubilación? –preguntó uno.

–Bien, sobre todo si consideras la alternativa.

«Sin Twitter-X, Meta, Facebook, o Instagram, seguramente Donald Trump no hubiera ganado»

–Que digo yo que la jubilación tiene sus ventajas. Nadie te hace caso, pero, a cambio, tú no tienes por qué hacerle caso a nadie.

–Bueno, tienes razón. Lo malo de la jubilación es la vejez. Y a la vejez yo no le veo más que desventajas. Eso de que con la vejez se alcanza la sabiduría, es una perfecta estupidez. El que era necio de joven, seguirá siendo necio de viejo. Y, además, ¿para qué quieres alcanzar la sabiduría si nadie te hace caso?

–Si, quizás. Pero no me negarás que la vejez tiene algunas ventajas. Si has conservado cierta lucidez, puedes comparar la realidad actual con el pasado. Y darte cuenta de que las cosas han cambiado mucho, y no siempre para bien... Y no se trata de concluir que cualquier tiempo pasado fue mejor, porque esto no es cierto. Ahora la gente vive mejor que hace cincuenta años... O, por lo menos, hay más gente que tiene más posibilidades de vivir mejor. ¿Te acuerdas de cuando empezó la Transición? Había muchos pueblos y pedanías que no tenían alcantarillado, ni suministro de agua potable, ni asfaltado de calles. Y ahora, cualquier mediano núcleo de población tiene de todo, incluso biblioteca, o pabellón deportivo, o ¿qué se yo?...

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–Sí, y sobre todo las libertades. Todo el mundo es consciente de sus derechos. Y los reivindica... La sociedad ha cambiado. Han desaparecido el silencio y la resignación con que antes se soportaban las estrecheces y las injusticias. Y también los abusos. A mí, sinceramente, me gusta más esta sociedad que la que tú y yo vivimos en nuestra juventud.

–Sí, pero algunas cosas han cambiado para peor. Se ha perdido el respeto. No se reconoce la autoridad. No ya la autoridad política, sino tampoco la social o la científica. Todo el mundo sabe todo sobre todo. Y se creen con derecho a todo.

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–Eso debe ser cosa de internet. Mucha gente se mete en las redes, y allí recibe mensajes de todo tipo. Unos buenos y otros menos buenos. Y quizás falta sentido crítico para distinguir el grano de la paja.

–¿Tú entras en las redes sociales?.

–No, no, eso es algo que me supera. Es otro mundo, que ya no es el nuestro. Para nosotros la televisión era el gran instrumento de comunicación para llegar a la gente. En las campañas electorales de la década de los ochenta decíamos que un minuto de Televisión Española valía más que mil mítines. Ahora ya no es así. Son las grandes redes sociales las que forman la opinión. Sin Twitter-X, Meta, Facebook, o Instagram, seguramente Donald Trump no hubiera ganado las elecciones. Tú le das a un tonto un lápiz, emborrona un folio y no le hace daño a nadie. Pero le das a un malvado una red social, y puede manipular a mucha gente.

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–De todos modos, no podemos culpar sólo a las redes sociales de la victoria de Donald Trump. Hay otros muchos factores que han influido. Y que se producen en todo el mundo, y no sólo en Estados Unidos. La derecha, en todas partes, ya no es la que tú y yo conocimos. Ni la izquierda, tampoco.

–Tienes razón. Cuando nosotros participábamos en la política, ya asomaba en Francia Le Pen, pero en ese momento era inimaginable que llegara a ser un partido mayoritario. Como Alternativa por Alemania, ¿quién se lo iba a imaginar? O Meloni en Italia. O Víctor Orbán en Hungría. O Javier Milei en Argentina. ¿Quién nos iba a decir a nosotros, cuando estábamos en AP y teníamos líderes de la talla de Fraga, Fernando Suárez, Miguel Herrero o el propio Hernández Mancha, que ahora la líder más admirada del partido iba a ser Isabel Díaz Ayuso? ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Qué es lo que ha cambiado?

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–Ha cambiado la mentalidad. Nosotros no vivimos la Guerra Civil. Pero nuestros padres, sí; y nos contaron lo que pasó. Por eso nuestra obsesión durante la Transición era la moderación, el respeto al adversario. Había que evitar el conflicto. Había que aprender a convivir. Lo mismo ocurría en Francia, en Alemania, en Italia o en Estados Unidos. Ahora, por el contrario, se han olvidado los fascismos, la guerra fría, los comunismos opresores...

–¿Y qué podemos hacer?

–Nada. Nada en absoluto. Seguir diciendo lo que pensamos. Aunque nadie nos haga caso. Aunque prediquemos en el desierto.

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