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Juan Guirao, el recuerdo debido

Siendo archivero honorario, decidió, ante el estado de deterioro del viejo archivo, adquirir a su costa las estanterías necesarias

Sábado, 31 de octubre 2020, 01:10

Lorca ha sido poco dada a reconocer a sus ciudadanos más preclaros, a sus servidores más ejemplares. El mes pasado fallecía en la ciudad Juan Guirao García, archivero municipal durante bastantes décadas, cronista oficial de la ciudad y un referente en el ámbito cultural lorquino. Un entrañable amigo.

Escritor pudoroso y poco prolífico, investigador certero sobre Ginés Pérez de Hita y el Quijote apócrifo y otros temas, poeta oculto, de gran sentimiento, actor y autor de teatro en los míticos tiempos del TEU, galerista y crítico de arte, con una visión nada mercantilista de la obra artística y de una excepcional sensibilidad ante la creación artística o literaria, Juan Guirao era un humanista y un liberal, en el bueno y más amplio sentido del término. Hombre libre en sus opiniones y crítico en su pensamiento, pero excepcionalmente respetuoso. Hombre de honor y de palabra, un servidor público honesto y generoso como pocos. Desde el más encumbrado catedrático al más humilde licenciado que se interesase por la historia y cultura de Lorca, somos deudores de su generosidad y de sus aportaciones.

Académico de Número de la Real Academia Alfonso X el Sabio, su discurso 'Sones, tañidos y clamores en la Lorca del Renacimiento' es el mejor viaje imaginario que puede hacerse por la Lorca de los siglos XV y XVI, a través de los sonidos de una ciudad que abandonaba su recio carácter de frontera, para entrar en la plenitud de la Edad Moderna.

Respetuoso con el pasado y con el patrimonio, pregonó su destrucción inmisericorde a manos de la especulación y la incultura. Su denuncia pregonada en acto solemne revolvió estómagos y despertó conciencias, pero siempre desde el respeto más absoluto, desde la más preciada honestidad intelectual. Era el hombre tranquilo, discreto, de convicciones, y desde ellas trató de despertar en muchas ocasiones a esa Lorca dormida en siesta eterna, como él mismo la denominó.

Conocí a Juan Guirao en los años 70, cuando aspiraba a ser aprendiz de historiador y él regentaba el antiguo archivo municipal, espacio digno de una estampa galdosiana, que dejó plasmado el maestro Muñoz Barberán en el cuadro que un grupo de amigos le regalamos a Juan con motivo de su boda. El Archivo Municipal fue lugar de peregrinaje, de investigación, de búsqueda de datos y de documentos, pero, sobre todo, de charla y confidencias con el maestro, con el erudito archivero. Esa visita resultaba una grata tarea para escuchar del amigo sabio e ingenioso sus inestimables apreciaciones e interpretaciones, pues llevaba el Archivo en su cabeza y también en un montón de cuartillas escritas con primorosa letra de códice y guardadas en su enigmática maleta que siempre le acompañaba.

Podría recordar muchas vivencias compartidas. Serían interminables. Recuerdo que siendo él archivero honorario, decidió por su cuenta y riesgo, ante el estado de deterioro del viejo archivo, adquirir a su costa las estanterías necesarias para albergar los muchos legajos que en él se custodiaban, una operación a través de un préstamo personal, que avalamos el cineasta, ya también fallecido, Jesús López Burgos y quien escribe.

Así era Juan, desprendido, generoso y confiado en la bondad de las personas y para casi todos, el maestro, el líder, y así lo puso de manifiesto cuando organizó el traslado de los fondos del viejo archivo desde el Ayuntamiento al Pósito de Panaderos, mediante una cadena humana de investigadores y amigos, que de mano en mano, fuimos pasando durante varios días legajo a legajo, desde su origen a su nuevo destino. Todo un ejemplo de liderazgo, también de autoridad moral y de amistad.

Por ese liderazgo de la cultura local, por ser referencia para historiadores y estudiosos, por su generosidad con todos, por su espíritu de servicio a la comunidad, merece el recuerdo debido y el merecido homenaje, de ahí que me permita solicitar al Excmo. Ayuntamiento de Lorca que, a título póstumo, se le conceda el Diploma de Servicios Distinguidos a la ciudad, como reconocimiento y homenaje a su trayectoria profesional al servicio de Lorca y de la cultura.

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