Te has ido, Valentín Contreras
Descansa en paz. Sé que para toda tu familia, la ausencia sonará como un eco persistente que repite tu nombre dentro del pecho. Me consta ... que también retumbarán los sentimientos de tantos compañeros como dejas. Las ondas se han quedado huérfanas, enlutadas y aporreadas por un zarpazo de mala suerte, por un golpe inoportuno y sin sentido. A quienes te han conocido y admirado (¡tanta gente!) solo les resta abrir sus ojos de mochuelo y lamentar, por entre la humedad de sus miradas, el agujero negro que has dejado en tantos y tantos alientos lastimados. Has sido un compañero y un jefe ejemplar. Siento, sentimos que te hayas ido tan rápido y maldecimos la premura inexorable con la que se vació tu estancia en el mundo. Tiempo tendrá el tiempo de poner las cosas en su sitio, de expresar a los cuatro vientos de nuestra región que fuiste un pedazo insustituible de honradez en la cadena SER, primero, y que fundaste y dirigiste la emisora de ONDA REGIONAL DE MURCIA después. Dije hace muchos años (La verdad, 19 de febrero de 1995, pág. 21), que tu gestión fue una plataforma de tolerancia, libertad, independencia y buen gusto. Pero ahora lo único que se me ocurre es proclamar la incredulidad de quienes hemos compartido contigo trozos de tiempo y el desamparo en que nos quedamos en esta porción de planeta llamada Murcia. «Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo», escribió John Donne. Una parte del todo ha sido mutilado.
Hoy, Valentín, me interesa más tu bonhomía que tu currículum, porque he perdido a un amigo y no tanto una autoridad. Sin embargo, quiero dejar constancia de algo que muy pocos saben: pusiste en marcha el formato del informativo regional en Radio Murcia, contaste la muerte de Franco, la transición, el 23 F y no sé cuántas cosas más. Para mí hoy eso es lo de menos. Personalmente, te conocí cuando cambiábamos chufas por caramelos. Y últimamente nos veíamos de vez en cuando, delante de unas alcachofas o de unos trocicos de mero rebozado. Solíamos sentarnos a la mesa, formal y ritualmente, unos seis o siete. Y te reías con tu risa escueta y explosiva. Te carcajeabas con las ocurrencias de quienes echábamos mano de la memoria y contábamos historietas y ocurrencias de cuando Molina, tu pueblo y el mío, se decoraba con un paisaje entrañable y lugareño. Éramos entonces unos angelotes pueblerinos y casi aldeanos. Digo que te reías y tus risotadas eran contagiosas, algo tímidas, austeras y tan frugales como tu yantar. Comías poco, hablabas mucho, lo pasabas en grande. «¿Y cuándo nos volvemos a ver?» «Pronto, muy pronto»
Pues no: «temprano madrugó la madrugada», que cantara llorando el inmenso Miguel Hernández. Por el aire vuelan sonidos de altavoces que se detienen en cada rincón de la ciudad, en cada esquina, en cada sombra buscando el alivio del calor tórrido de este agosto africano. Por las esquinas vamos andando y comprobando que ya no estás, que se juntan desgarrones que no conducen a los sitios por los que paseabas, porque ya no van a ninguna parte. Tengo la sensación de que la antigua plaza por donde entrabas a la radio hace ya algunos años, es ahora una plaza incompleta, torpe e irregular. Y las avenidas de la urbanización por las que paseabais tu perro y tú ya no están para compartir atardeceres. Se ha desplomado sobre ellas la noche, Valentín Contreras. A partir de hoy, para tu familia y amigos es de noche, todo es distinto, todo es más estrecho. Que descanses.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión