Los muros imposibles

Evidentemente la razón de este descalabro no está en que no se hayan utilizado durante este tiempo los suficientes argumentos desde el punto de vista histórico y legal para intentar rebatir el delirante y contradictorio discurso del bloque progresista. No, la razón es que desde el primer momento se ha caído en la trampa, se ha mordido en el anzuelo al no haber previsto a tiempo un distanciamiento de ese debate/trampa que se nos tendía. Solo hay que analizar lo sucedido durante la última investidura: mientras el aspirante se dedicaba a justificar su firme posicionamiento ante la regresión que supondría la llegada de la extrema derecha –algo que ya había sucedido durante la campaña electoral–, el señor Feijóo solamente se dedicaba a denunciar y justificar que el aspirante iba a vender España, a conseguir el enfrentamiento entre los españoles, a acabar con la separación de poderes..., y claro, mientras tanto, él riéndose a carcajada limpia acompañado de todos los parlamentarios que finalmente iban a votar lo ya pactado de antemano.

Desde luego no sé si el Sr. Sánchez será un psicópata –ni me importa–, pero de lo que sí estoy convencido es de que no tiene un pelo de tonto, que sabe muy bien lo que quiere y cómo conseguirlo. Y a la vista está. Aunque ese muro que hay que levantar para frenar el avance de la extrema derecha, en realidad es el muro que ellos han diseñado para evitar que el pensamiento crítico desde dentro de su ideología pueda salir de su lado. No se trata, pues, de tener argumentos razonables o coherentes desde el punto de vista progresista en una sociedad avanzada, se trata de defender una fe, de vender que cualquier postura es admisible frente a la llegada del maligno.

Pero, claro, no existen los muros si una de las dos partes no los reconoce. Por ejemplo: si una parte utiliza las leyes de una forma torticera para conseguir sus fines, la otra parte no puede hacer lo mismo (cambio del Reglamento del Senado) para impedir que se cumplan esos fines y, mucho menos, argumentar que lo hacen porque los otros también lo hicieron, por mucho que esa reforma se realice para intentar dilatar una peligrosa deriva de nuestro orden constitucional. No, nunca, jamás debe una de esas partes caer en la trampa, porque con ella se están reforzando y legalizando el comportamiento ajeno. Frente a una estrategia como la diseñada por el PSOE y demás socios para seguir ostentando el poder a costa de lo que sea, lo único que podría evitarlo es la propia coherencia y el ejemplo es la sinceridad y la claridad, es la defensa de la libertad y del respeto para todos –incluidas las sedes de los partidos–, es la fe en el pueblo español y en nuestro futuro como nación..., es la 'verdad hecha virtud'. ¿Qué cómo se consigue eso? Muy fácil: con un programa y una defensa permanente y total de los principios de libertad e igualdad para todos los españoles, con un sólido e inquebrantable sentido autocrítico y con el estricto cumplimiento de lo apalabrado. Lo demás, al tiempo.