Jóvenes y política: ¿rebelión o resignación?
Nuestros líderes políticos no han logrado conectar con la juventud. El desinterés y el escepticismo de los jóvenes persisten
El Barómetro de Opinión de Infancia y Adolescencia de Unicef ha dejado en evidencia una realidad preocupante: la juventud en España está profundamente desencantada con ... la política y sus representantes.
Los datos reflejan que 2 de cada 3 adolescentes suspenden la profesión de político y consideran que la mayoría de los políticos son corruptos. Además, la situación política y económica del país es valorada como mala o muy mala por el 40,5% de los encuestados, una cifra que aumenta con la edad, alcanzando el 54,8% entre los jóvenes de 17-18 años.
Este desencanto no es casual. Los partidos políticos se han llenado de 'cachorros adoctrinados', jóvenes que crecen dentro de las estructuras partidistas sin mérito real, solo por afinidad ideológica y sumisión al aparato. La falta de meritocracia en la política y la proliferación de figuras mediocres en cargos de representación han alimentado una espiral de podredumbre que está debilitando las democracias europeas y dando alas a los movimientos populistas.
Los partidos han convertido sus secciones juveniles en viveros de palmeros, que reproducen los discursos oficiales sin cuestión alguna. Esta dinámica se ve agravada por factores estructurales como el elevado desempleo juvenil, salarios bajos, trabajos precarios, rigidez social y una clase política vulnerable a los intereses de siempre. Cuando los jóvenes miran a su alrededor y ven que las cosas son como son porque siempre han sido así, el resultado es una mezcla de resignación y desapego que deja el campo libre para discursos populistas que ofrecen soluciones simplistas a problemas complejos.
Pero la falta de representación juvenil no es solo una cuestión de percepción, sino de estructuras políticas. En 50 años de democracia, solo hemos tenido Ministerio de Juventud e Infancia en esta legislatura. Espero que dure. Sin embargo, la existencia de este ministerio no es suficiente. También se echa en falta una Dirección General de Infancia y Juventud en cada comunidad autónoma, que dependa directamente de cada presidente autonómico. Esto garantizaría que la infancia y la adolescencia sean una prioridad transversal en todas las políticas públicas, y no solo un tema secundario en momentos puntuales.
Si las nuevas generaciones no se sienten escuchadas, el riesgo de una crisis de compromiso es inminente
Sin embargo, esta desafección no significa que los jóvenes sean apolíticos. Al contrario, tienen un alto grado de preocupación por temas como la economía (34,7%), el medio ambiente (10,5%) y las desigualdades sociales. La clave está en que la clase política no ha sabido traducir estas inquietudes en una agenda de acción que los incluya de manera activa.
Uno de los pocos aspectos positivos que revelan los datos es la enorme voluntad de los jóvenes por colaborar en causas medioambientales. Aunque solo un 7,8% de los encuestados se muestra interesado en colaborar con un partido político, casi un 30% estaría dispuesto a participar en asociaciones de protección medioambiental. Esto demuestra que los jóvenes buscan formas de acción concreta y tangible, alejadas de la retórica vacía de los partidos.
Nuestros líderes políticos no han logrado conectar con la juventud. El desinterés y el escepticismo de los jóvenes persisten.
La falta de confianza en la política no es solo una cuestión de percepción, sino una amenaza real para la democracia. Si las nuevas generaciones no se sienten representadas ni escuchadas, el riesgo de una crisis de participación y compromiso cívico es inminente.
Ahora bien, la gran pregunta es: ¿se rebelarán los jóvenes? ¿Romperán con la estructura política anquilosada o terminarán cayendo en la misma trampa? Si logran canalizar su energía hacia movimientos independientes y participar en espacios de poder con reformas como primarias abiertas, cuotas generacionales o consejos juveniles vinculantes, podrían transformar la política desde sus cimientos.
Existen jóvenes que han roto con la dinámica tradicional y han conseguido cambiar el rumbo de sus partidos o liderar nuevos proyectos. Pero aún son minoría.
Los partidos políticos deben tomar nota. Si no quieren perder a toda una generación, deben abrirse al cambio con hechos, no con discursos vacíos.
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