Una lengua demasiado importante
Nada es lo que parece ·
La lucha contra el idioma inglés parece, ya de antemano, una guerra perdida. Pero hay quienes no nos resignamos a elloHace unos días, mi amigo el novelista y editor de Molina de Segura Paco López Mengual, que pasa por ser el escritor que más botones ... y sujetadores ha vendido en toda España, en una de sus breves, pero más que sustanciosas columnas, aparecidas en un diario de la Región, hablaba de la buena salud que goza la lengua española y de lo poco conscientes que somos de tal privilegio.
Los datos están ahí y resultan incontestables. El español, también conocido como castellano, sin que una cosa contradiga a la otra por más que algunos pongan en ello todo su empeño, es una de las lenguas oficiales de las Naciones Unidas. Es un idioma de referencia de las relaciones internacionales, y lo hablan, actualmente, casi 500 millones de personas en los cinco continentes; es decir, casi el 8% de la población global, que ya son palabras mayores. Y lo que es mucho más demoledor: será hablado por casi 800 millones en 2068, según aseguran los expertos. Pero lo que resulta aún más sorprendente es que dentro de un cuarto de siglo, hacia 2050, los Estados Unidos «de Norteamérica del Norte», como solían llamarla Tip y Coll en sus geniales intervenciones televisivas, será el país donde habrá más hispanohablantes, con un total de 132 millones. Una cifra y una circunstancia nada baladí.
En alguna ocasión he contado a mis amigos lo emocionante que resulta viajar durante ocho o diez horas y llegar a un país como Perú, donde estuve como profesor invitado en una de sus universidades, descender del avión, salir a la calle y escuchar a todo el mundo cómo utiliza tu propia lengua materna. Sólo así se llega a comprender, en toda su integridad, el fenómeno de la llegada de los españoles a tierras americanas hace más de cinco siglos, a pesar de tanta leyenda negra que se han inventado quienes se sienten acomplejados y envidian nuestro pasado.
La lucha contra el idioma inglés parece, ya de antemano, una guerra perdida. Pero hay quienes no nos resignamos a ello. Los propios españoles parecen como si se hubieran dado por vencidos y hubieran bajado los brazos. Empleamos los vocablos que nos llegan del campo de las nuevas tecnologías, sin pararnos a pensar que en nuestra lengua hay términos más que suficientes para dejar a un lado el neologismo, el 'palabro' de turno. Lo advierte, una y otra vez, la propia Real Academia de la Lengua, pero ni caso. Vamos a piñón fijo y apostamos por lo que supuestamente representa la modernidad, el último grito, lo más guay.
Gran Bretaña se larga, dando un sonoro portazo, haciéndonos un soberbio corte de mangas, de la Comunidad Europea, nos dice ahí te quedas mundo amargo, y, sin embargo, nosotros, franceses, italianos, alemanes, españoles y demás familia, seguimos entendiéndonos en inglés, como lengua vehicular, como el idioma común a través del cual nos comunicamos. Habría que buscar otras fórmulas, demostrarles que no son imprescindibles y que Cervantes fue, por mucho que les joda, mejor escritor que Shakespeare, que, por lo que se cuenta, copió sus obras de un tal Ben Johnson.
Los países del Este de Europa también representan una gran esperanza para la lengua española. Son muchos los alumnos del programa Erasmus que llegan cada año a la Universidad de Murcia procedentes de lugares como Ucrania, Bulgaria, Polonia o Hungría, para aprender nuestra lengua y nuestra literatura. Y ya se expresan en un más que correcto español que han aprendido –que nadie se sorprenda– a base de ver 'culebrones' televisivos y películas de Almodóvar en su lengua original con subtítulos.
El genial Guillermo Cabrera Infante, el autor de 'Tres tristes tigres', llegó a escribir en cierta ocasión que el español es una lengua demasiado importante como para dejarla en manos de los españoles. Y, de seguir así, el tiempo va a terminar por darle la razón al escritor cubano.
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