Líderes ausentes y líderes invisibles
La orientación incesante hacia la excelencia no es posible si rebajamos el nivel de exigencia, necesitamos a los 'aptissimi', los más aptos
La Compañía de Jesús, con Ignacio de Loyola a la cabeza, desarrolló a partir de 1540 un modelo de liderazgo que, casi 500 años después, ... no solo es que esté de plena vigencia, sino que más que nunca parece necesario reivindicar tanto en la esfera pública como en la privada. Vivimos en un mundo complejo e incierto, los supuestos líderes políticos, sociales y de opinión nos trasladan esa idea de incertidumbre de forma insistente, a menudo como coartada a su incapacidad para realmente liderar y afrontar los retos que la sociedad tiene. Efectivamente, la historia de la humanidad es una sucesión de dificultades, así que ese escenario que nos dibujan no es ni mucho menos exclusivo de 2024. El mundo siempre ha sido complicado, y precisamente por ello el hombre necesita desarrollar la capacidad de innovar, de permanecer flexible y adaptable, de fijar metas ambiciosas, de pensar globalmente, de actuar con rapidez, de asumir riesgos.
El modelo jesuita de liderazgo se sustenta en cuatro pilares: el conocimiento de uno mismo, que es clave para entender las fortalezas, las debilidades, valores y tener una visión del mundo, cultivando el hábito de la reflexión y el aprendizaje continuo. El ingenio, que descansa en la convicción de que para la mayoría de los problemas hay solución a través de la imaginación, la perseverancia, la apertura a nuevas ideas, métodos y culturas, en vez de mantenerse a la defensiva ante lo que pueda pasar. De esta manera, las personas pueden eliminar de raíz todo provincialismo y el temor a lo desconocido, o el apego a su posición en el escalafón o de erótica del poder. El amor, aunque quizás solo los locos o los excéntricos nos atrevemos a hablar de amor en el mundo actual, tan tecnológico y frío, que permite crear equipos de trabajo unidos por lazos de afecto y lealtad, sin contaminar por traiciones, juegos de tronos o críticas. Los líderes movidos por el amor disfrutan con gozo al ver cómo los miembros de sus equipos destacan y sobresalen. Finalmente, el heroísmo, crear un futuro mejor para una región o una sociedad es una tarea inmensa, reservada a los héroes que son capaces de visualizar lo imposible y conseguirlo, gracias a la combinación de pragmatismo y ensoñamiento. Sacando oro de lo que tienen a mano en lugar de esperar en la mano oportunidades de oro. En esta tarea entra en juego el concepto jesuita del 'magis', la energía infatigable, la ambición siempre por algo más, algo más grande, apuntando muy alto y más lejos. El impulso sin descanso para buscar algo más en toda oportunidad, y la confianza en encontrarlo.
Estos cuatro pilares definen al líder, pero lo relevante es que el modelo jesuita acaba con el precepto del 'gran o amado líder' al que idolatrar. Toda persona posee un potencial de liderazgo no aprovechado, una idea que contradice abiertamente el modelo jerárquico clásico que domina nuestras instituciones, que a la luz de la realidad en que vivimos no está funcionando.
Ser un 'aptissimi' es ser alguien que puede responder a altos estándares, haciendo aportes valiosos, no solo en lo intelectual
Necesitamos líderes, instituciones y equipos excelentes. La orientación incesante hacia la excelencia no es posible si rebajamos el nivel de exigencia, necesitamos a los 'aptissimi', los más aptos. Este era el concepto de búsqueda, selección, desarrollo y formación de personas que aplicaron los fundadores de la orden jesuita para crear una compañía de excelencia. Ser un 'aptissimi' es ser alguien que puede responder a altos estándares, haciendo aportes valiosos, no sólo en lo intelectual y en el desempeño, sino también como persona, alguien capaz de enfrentar desafíos con convicción, iniciativa y autonomía, con entrega y disposición para dar la mayor calidad.
Los jesuitas nos invitan a que seamos exigentes con nosotros mismos y con los demás. En el ámbito de lo público nuestra exigencia con quienes ostentan la representación política y el poder público es imprescindible, y debe ser absolutamente implacable. Para ello propongo un pequeño juego y someterlos al escrutinio de las citadas cuatro reglas de liderazgo jesuita, una especie de prueba de algodón para detectar los lideres ausentes.
¿Cuántos de entre aquellos que se presentan como líderes en nuestro entorno resisten el examen a la luz del modelo jesuita? Pepe Rosique es un ejemplo de líder jesuita invisible, ya que es líder en todo lo que hace, en el trabajo y en la vida diaria, cuando enseña y cuando aprende de los demás. En él confluyen esos dos conceptos de los jesuitas: el 'magis' y el 'aptissimi'. Por eso, muchos ya lo echamos de menos, aunque un maestro, un líder al estilo jesuita, siempre lo es y nunca se jubila.
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