El tsunami de la inteligencia digital
Sin duda, todos los cambios de era tienen como protagonista una revolución social. Y la de ahora no lo es menos
En unas cuantas décadas, los niños al nacer recibirán un chip neuronal con acceso a la base de datos de conocimiento sobre historia de la ... humanidad. Seguramente conocerán la historia actual como la de aquellos años del inicio de la era de la digitalización exponencial, que tuvo como máximo acelerador a la inteligencia artificial. Suena a ciencia ficción, pero está en camino.
Está claro que, como ya anunció en 1965 Norman Moore, cofundador de Intel, la velocidad del progreso tecnológico y de la capacidad de computación es exponencial. Por aquel entonces los chips eran transistores físicos. Hoy la computación explora la utilización de gases y líquidos por la imposibilidad de seguir reduciendo la nanoelectrónica. El progreso tecnológico que antes sucedía tras una década, ahora se consigue mucho antes, en semanas. Y dentro de unos meses, en días.
Hoy podemos decir que la era digital actual es la de los cuatro superpoderes clave: la computación omnipresente en nuestro entorno; los datos en la nube que descentralizan y aumentan la capacidad de procesamiento y almacenamiento; la hiperconectividad; y la inteligencia artificial.
Sin duda, todos los cambios de era tienen como protagonista una revolución social. Y la de ahora no lo es menos. Hemos ido viendo cómo la globalización impulsada en las últimas décadas por la competitividad tecnológica ha sido la causa de los principales conflictos geopolíticos y sociales en el mundo. Desde la salida de Reino Unido de Europa (al dejar de ser imperio industrial tras la deslocalización a Asia), pasando por la nueva 'guerra fría' por el dominio de los datos y la electrónica entre EE UU y China; o por la guerra de Ucrania; todos estos conflictos han tenido, en mayor o menor medida, un factor clave desencadenante en la capacidad digital y tecnológica.
Por supuesto que esta revolución digital y tecnológica no es la única variable destacable de este cambio de era. Lo es también el cambio climático, que está impulsando una consciencia de descarbonización, energías renovables y reducción de contaminantes. Y también lo es el envejecimiento de la población, los movimientos migratorios y los populismos.
Pero volviendo a la digitalización, la inteligencia artificial es el mayor desafío al que nos enfrentamos en el futuro más próximo. A medida que avanza a pasos agigantados, está transformando rápidamente nuestro día a día, revolucionando la dinámica económica y teniendo un impacto significativo en familias, empresas e industrias.
La inteligencia artificial (IA) se define como el campo de estudio que se centra en el desarrollo de sistemas y máquinas capaces de realizar tareas que requieren inteligencia humana. Estos sistemas pueden aprender, razonar, reconocer patrones, tomar decisiones y resolver problemas. Y aprenden de sus propios actos, perfeccionando su forma de razonar. La IA está ya presente en nuestras vidas cotidianas, en forma de asistentes virtuales, sistemas de recomendación, reconocimiento facial, chatbots y mucho más. Pero solo vemos la punta del iceberg.
Esta tecnología promete transformar radicalmente la forma en que vivimos y trabajamos. Desde la automatización de tareas repetitivas hasta la personalización de experiencias, la IA mejorará la eficiencia y la comodidad en nuestras interacciones diarias. Imagina tener vehículos autónomos que nos lleven de un lugar a otro sin tener que decirles nada; asistentes virtuales que nos ayuden en nuestras tareas diarias con precisión; que cuiden de nuestros mayores; que permitan diagnósticos médicos mucho más precisos y rápidos...
En términos económicos, la IA tendrá un impacto significativo en la dinámica empresarial y en las industrias. La automatización de procesos aumentará la productividad y reducirá los costos operativos. Las empresas podrán aprovechar los datos y los algoritmos de la IA para tomar decisiones más informadas, y ofrecer mejores productos y servicios a sus clientes.
No obstante, junto con el entusiasmo por los avances de la IA, también hay temores legítimos sobre los riesgos que plantea. Existen preocupaciones sobre la pérdida de empleos debido a la automatización, el sesgo algorítmico que podría perpetuar la discriminación, la falta de control y transparencia en las decisiones de la IA, y la posibilidad de una superinteligencia que esté más allá de nuestro control. Estos riesgos requieren una atención cuidadosa y medidas de regulación adecuadas.
Muchos referentes políticos y empresariales mundiales han expresado una variedad de opiniones sobre la IA. Algunos, como Elon Musk, han advertido sobre los riesgos existenciales y han instado a una regulación estricta. Otros, como Mark Zuckerberg, han enfatizado los beneficios potenciales y han instado a un enfoque ético en su desarrollo. Muchos de ellos han reconocido la necesidad de colaboración internacional para abordar los desafíos y aprovechar las oportunidades.
Con todas las incógnitas y miedos que supone el avance de la inteligencia artificial, y su necesaria regulación para que no sea utilizada con fines oscuros, su desarrollo es imparable. Quien hoy en día no quiera ver que debemos hacer un esfuerzo por comprenderla y capacitarnos, empezará a ser arrastrado por este gran tsunami del progreso de la IA. Todavía no es tarde para surfear esta gran ola.
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