Invertir en salud
A mediados del siglo XIX, gracias a las aportaciones de la enfermera Florence Nightingale, comienzan a sentarse las bases de la enfermería moderna basada en ... el estudio y la investigación. Se inicia un camino en el que discurrirán de forma paralela la enfermería y la sociedad, adecuándose la primera a las demandas y necesidades de la segunda. A partir de la segunda mitad del siglo XX, y dentro de este proceso evolutivo, comienzan a aparecer los primeros estudios que analizan los cuidados enfermeros y las ciencias del comportamiento ('Relaciones interpersonales en Enfermería', Hildegard Peplau, 1952).
En nuestro país, el 6 de mayo de 2005 se publicó en el BOE el Real Decreto 450/2005, de 22 de abril, sobre especialidades de Enfermería, normativa que actualmente regula la implantación de las especialidades de nuestra profesión y en la que está incluida, lógicamente, Salud Mental que, además, es una de las más antiguas.
No cabe duda de que la existencia de las especialidades va en beneficio de la atención que se presta a la ciudadanía porque permite ofrecer cuidados específicos y especializados. Así se ha tenido en cuenta y por ello se ha legislado, de manera que las especialidades sirvan para poder ofrecer un catálogo de servicios enfermeros más completo. Sin embargo, en nuestro país se produce una extraordinaria paradoja. Se establecen especialidades, pero no hay contratos específicos para ellas.
En el proceso de formación y contratación se producen contradicciones que provocan inseguridad. En primer lugar, es de vital importancia que se incrementen las plazas EIR (enfermero interno residente), para la formación específica y especializada de los graduados en Enfermería. Esta es sin duda una reivindicación irrenunciable. La Administración debe invertir en salud y una primera línea de inversión es la creación de más plazas EIR. En la oferta para el próximo año, se establecen 1.822 plazas para todo el país, de ellas 285 serán para la formación de enfermeros en Salud Mental y para la Región de Murcia, una veintena de plazas. ¿Suficiente?, yo creo que no.
Pero la paradoja a la que me refería anteriormente se completa cuando a la hora de contratar personal, no se tienen en cuenta las especialidades y se opta por la generalidad. Es decir, no hay coherencia entre lo que se legisla respecto a la formación de especialistas y la realidad laboral que ofrece el sistema nacional de salud. ¿Ocurre igual cuándo se precisa contratar un médico especialista en Psiquiatría, por ejemplo? ¿Puede acceder a esa plaza un especialista en Otorrinolaringología, por ejemplo? La respuesta es no.
Los puestos de trabajo de los centros especializados, programas específicos y áreas especializadas deben ser cubiertos por especialistas y para conseguirlo, hay que invertir en salud. Y la razón no es otra que la de poder ofrecer estrategias sanitarias eficaces, tratamientos adecuados a las necesidades que solo el profesional formado para tal fin va a poder ofrecer con las mayores garantías.
En el caso de Salud Mental, no olvidemos que algunos estudios señalan que en España algo más del 10% de la población padece alguna patología y más del 15% la sufrirán en algún momento de sus vidas. Pero, además, hay que incidir en que la prevención es fundamental y es precisamente en la adolescencia cuando más seguimiento debe hacerse. La OMS asegura que la mayoría de los trastornos mentales de inicio en la adolescencia ni se detectan ni se tratan y las consecuencias de no abordarlos en esa etapa hace que se extiendan a la edad adulta. Por eso reconoce la salud mental como uno de los principales problemas sanitarios que afectan actualmente a los jóvenes. Otros estudios (R. C. Kessler y otros autores) señalan que el 50% de los trastornos mentales en adultos tiene su origen entre los 12 y 25 años. Los especialistas en Salud Mental, con el apoyo de la enfermera escolar, podrían ser determinantes en la detección y atención. Solo falta invertir en salud.
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