El Infante... mi barrio
Solicito a los concejales y responsables que procedan a cuidarlo y protegerlo con idéntico mimo y celo que merecen La Glorieta y la Gran Vía
El insigne Miguel Delibes solía decir que él, como los árboles recios, crecía donde lo plantaban. Justificaba así su enraizamiento en Valladolid, ciudad a la ... que dedicó vida y obra, incluyendo su última y excelente novela, 'El hereje'. De ahí su negativa a trasladarse a Madrid para dirigir 'El País', cuando se lo ofrecieron en la incipiente transición. Salvando las evidentes distancias, desde que aterricé en Murcia, allá por el Cretácico superior, fui plantado y he venido creciendo en El Infante. Desmiento así los vaticinios que auguraban un rápido traslado familiar al otro lado del Segura, donde dice morar la Murcia auténtica. Según nos explicaron y como ocurre en tantas ciudades, el río es una suerte de frontera que la nobleza y la jet murcianas no cruzan salvo imponderables.
Me gustan las amplias avenidas y los espacios abiertos de El Infante. Tiene esa atmósfera vital de mis barrios adolescentes, con el bullicio de los críos jugando en los parques al salir del colegio o de tantas actividades extraescolares, mientras sus progenitores les vigilan distribuyendo bocadillos y escasas reprimendas, mientras departen entre ellos. Con la fresca, los mayores se sientan en los bancos, enfrascándose en largas y sosegadas tertulias sobre sus modestas peripecias vitales, los avatares de los nietos, los desastres de la política, o lo caro que está todo para sus menguadas pensiones. Y gentes de toda edad y condición paseamos perros de múltiples razas, pero no siempre cumplimos con la obligación cívica de recoger los excrementos, respetando el derecho ajeno a disponer de los espacios urbanos comunes.
Como todos los barrios, el Infante tiene numerosos problemas pendientes: botellones, ruidos excesivos, suciedad inducida, etc. Estoy particularmente sensibilizado con la expansión y mantenimiento de sus zonas verdes y su arbolado. Una tarea que no hace mucho mereció una actuación del Ayuntamiento, quizá para compensar el desmontaje previo en varias calles-salón de pérgolas pétreas repletas de buganvillas y otras plantas trepadoras que proporcionaban sombra, frescor y hasta cobijo para los arrumacos amorosos. Nunca fueron reemplazadas por otros soportes más seguros, y sentarse ahora a descansar o cruzarlas, especialmente a las horas de canícula, es toda una odisea. Si bien y afortunadamente, los árboles extintos son hoy sustituidos en tiempo razonable con nuevos ejemplares.
Al Infante no llega el tranvía, ni tampoco se le espera, y algunos vecinos se quejan del escaso número y frecuencia de autobuses, extremo sobre el que no me puedo pronunciar porque suelo moverme a pie por la ciudad. Sí coincido con ellos en que las actuaciones urbanísticas prioritarias de Murcia comprenden el eje que va desde La Glorieta hasta La Circular, por donde se mueven nuestras autoridades ¿competentes? junto a sus cortes y sus cohortes. Hace tiempo, mi vecino, protagonista de columnas pretéritas en LA VERDAD, ¿... se acuerdan?, me pidió que escribiera sobre los problemas del Infante «... a ver si los que mandan hacen algo». Dicho y hecho, aprovechando este fórum, curso la siguiente
Instancia: Por la presente, solicito a los concejales y responsables autonómicos competentes, así como a sus técnicos, funcionarios y asesores remunerados, cuya vida guarde Dios muchos años, procedan a cuidar y proteger El Infante, y cuantos barrios así lo precisen con idéntico mimo y celo que merecen La Glorieta o Gran Vía, por ejemplo. Y ello no solo en Murcia 'city', sino en todas las villas regionales que lo necesiten. Si así lo hicieren, que Dios y los votantes (y ¿las votantas?) se lo premien y, si no, se lo demanden.
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