Es la hora del 'giri'
Es el término, sin traducción exacta al castellano, que define en japonés el compromiso del individuo para con la comunidad
Caluroso día de hace varios veranos. Sales de una tienda de alimentación en la avenida Ginza, donde has comprado una botella de agua para proseguir tu excursión a pie por el centro de Tokio. Cuando la sonriente dependienta inclina la cabeza y te ofrece las monedas del cambio (en bandeja, para no molestarte con el contacto), también te da el tique de la compra, que lo recoges por cortesía pero que sabes que no quieres para nada. Sales a la calle bebiendo con el botellín en una mano mientras, con la otra, arrugas el papelito con la intención de tirarlo a la papelera... pero no hay papelera. Cuando caminas un rato compruebas que no hay otra papelera cercana. Alargas la mirada, giras y te das cuenta de que no hay una sola papelera en toda la avenida. ¡Pero no hay un solo residuo en el suelo! ¡Nada! Entonces comprendes qué es eso del 'giri' que habías leído pero no llegabas a entender: es el término, sin traducción exacta al castellano, que define en japonés el compromiso del individuo para con la comunidad. Qué puedes evitar hacer para no perjudicar al conjunto en el que vives, del que formas parte. Saber que perjudicando al grupo te perjudicas a ti y a tu familia, porque sois parte de él. Tirando un papel ensucias el entorno social, molestas al otro.
El 'giri' hace que cuando tienes un simple resfriado te pongas mascarilla para no contagiar nada a los demás. Aquí, el personal civil solo ha comprado mascarillas, hasta agotarlas, motivados por el sentido inverso: no querer ser contagiados. Esto ha hecho peligrar las reservas de estas protecciones para realizar la actividad normal y de urgencia en establecimientos sanitarios, públicos y privados. El sentido del deber colectivo te hace no acaparar más leche en el Mercadona de la que vas a poder consumir en un mes y dejar algo para que se la lleve quien no ha podido coger ninguna caja.
La epidemia del Covid-19 debería sacar el 'giri' que llevamos dentro. Ha llegado la hora del compromiso social. Estemos a la altura y sigamos, más que nunca, las recomendaciones de las autoridades, que deberían ser más taxativas. Sin llevarnos por lo apocalíptico tampoco frivolicemos: no es una simple gripe común. La gripe no cierra países, anula festejos y celebraciones centenarias, cancela vuelos entre continentes, ni produce en el Ibex la mayor caída de su historia.
De nada va a servir que cerremos colegios si llevamos a los niños a jugar con más niños para que estén entretenidos un rato. No servirá que cesemos la actividad de las clínicas dentales o de los fisioterapeutas, dejando a pacientes con tratamientos inconclusos y con el consiguiente sacrificio económico para estas pymes, si los pacientes, en lugar de a la sala de espera se van a la cafetería a echar unas cañas con la pandilla. De poco sirve que agotemos los geles de desinfección manual si hay jóvenes que se siguen pasando, de boca en boca, la pipa de la cachimba en el bar de copas. Se queda sin utilidad la información oficial si se entremezcla con 'fake news' y bulos que enredan y confunden.
Por tanto, arrimemos el hombro y sintámonos parte de un conjunto que se enfrenta a un desafío común, pero que producirá mucho daño individual. Hagamos profilaxis y prevención y, sobre todo, quedémonos en casa. Evitar la movilidad de la gente es evitar la morbilidad del virus. Ralenticemos sus movimientos. Permitamos a nuestro gran sistema sanitario tomar aire entre asalto y asalto para que podamos salir del combate victoriosos y ganando en autoestima como sociedad. Falta nos hace.