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Glándulas mamarias

Ustedes me perdonarán la disrupción filosófica, pero se termina un año embarazoso y comprometido, y lo único que nos puede salvar a estas alturas es el humor

Martes, 14 de enero 2020, 02:14

Reconozco que la política me descoloca. Sus mensajes normalmente neutros, indefinidos, miedosos, a veces despistan al más atento. El otro día leí que el líder del partido conservador británico hizo unas declaraciones en campaña que textualmente decían: «Es un hecho probado que, bajo gobiernos conservadores, la calidad de vida de los británicos ha mejorado sin medida, algo que ha redundado en mejores dentistas, más consumo de calcio e inexorablemente un desarrollo superior de las glándulas mamarias». Ha obtenido mayoría absoluta, lo que intuyo significa que los británicos y las británicas han comprobado que la información se basa en datos fiables y estadísticas comprobadas o, al menos, que lo han notado en el desarrollo de sus propios senos. En realidad ya da igual que el dato sea ajustado o apropiado o que la información sea correcta, o que no lo sea, porque vivimos tiempos confusos de identidad; los hombres son mas feministas que las mujeres, las mujeres se pelean entre ellas por el feminismo puro, y los que ni estamos ni dejamos de estar vemos, sorprendidos, cómo se despellejan unas/os a otros/as con una violencia dialéctica, que me río yo de los misiles nucleares.

El problema es que esta referencia me ha empezado a obsesionar, no por la dentadura o el calcio que son más difíciles de apreciar, sino por el crecimiento de las glándulas mamarias provocado por la excelencia de los gobiernos de la derecha. En Murcia llevamos treinta años de Gobierno conservador y desde que leí el mensaje ando mirando a un lado y a otro para ver si es apreciable el fenómeno, lógicamente desde un punto de vista puramente científico, aunque mi mujer me revele su incomodidad con un: «¿Qué miras, viejo verde?». Y, no crean, me cuesta convencerla de que es interés exclusivamente técnico, teórico e intelectual y en aras a obtener un resultado objetivo. Pero, decía, con treinta años de Gobierno ininterrumpido del 'pepé', esta Región debería ser un paraíso glandular mamario, un destino turístico prodigioso que ni Ibiza ni Marbella podrían igualar, un maná económico que nos pondría al nivel de los países productores de petróleo (quitando Venezuela que bastante tienen con comer para preocuparse de memeces).

Aquí me surge una duda porque para investigar hay que saber dónde mirar. ¿Puesto que el invento es conservador el desarrollo superior de las glándulas debería solo observarse en señoras y señoritas de ideología conservadora? ¿Se haría extensible a todas las clases sociales si ahora cada uno gobierna para los suyos? Tengo que preguntar en las sedes de PSOE y Podemos, en los movimientos antidesahucios y en las asociaciones vecinales para ver si ellos también han notado un desarrollo inusual en la formación ontológica, metafísica y semiótica del binario mamario. Si la política conservadora produce tales efectos, yo me pregunto qué resultados físicos podría tener la política de izquierdas progresista, ¿sería posible que una subida sustancial del salario mínimo pudiera provocar el crecimiento acertado del miembro viril? Creo que sí porque una política de reparto de riqueza elevaría considerablemente el tejido eréctil. Esto se ha podido comprobar en épocas de gobierno mayoritario socialista, sobre todo con Zapatero, aunque no he encontrado ninguna estadística que lo corrobore y solo sea fiable el estado de exaltación que expresa la izquierda cuando gobierna o cuando quiere gobernar. En mi caso, mi mujer duda de que se produjera tal efecto pero ya le digo yo que la excepción puede confirmar la regla (uso este término sin ningún ánimo heteropatriarcal, que conste).

De manera que, llegados a este punto, y si la política produce o puede producir efectos tan visibles y sintomáticos, estaríamos ante uno de los grandes logros de la humanidad pues provocaría la desaparición de la desconfianza y de las dudas que el ejercicio de la política viene cultivando desde hace muchos años. Si la estrategia política tiene consecuencias físicas notables, entonces las políticas sociales, económicas, educativas, identitarias, territoriales, o cualquier actividad relacionada con el gobierno o la administración pública estimularía nuestra visibilidad instintiva y habría de dejar de llamarnos pueblo para ser pueblo cachonduelo. Esto, sin duda, es lo que los intelectuales denominan cambio. Todos ganamos porque todo crece. Quizás siempre se han referido a esto pero nunca se han atrevido a explicitarlo.

Y mientras tanto, la casa sin barrer. Vivir para ver, leer y oír. Ustedes me perdonarán la disrupción filosófica, pero se termina un año embarazoso y comprometido y lo único que nos puede salvar a estas alturas es el humor.

Que el año que empieza les traiga felicidad y un desarrollo uniforme de sus iniciativas. Y que Dios nos coja confesados.

¡Mucho ánimo!

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