Georgie Dann que estás en los cielos

Lo peor de esta tontería que nos invade de lo políticamente correcto es ese estúpido, permanente y ñoño revisionismo de expresiones, más o menos afortunadas, que pertenecen a otro contexto histórico y cuya pretensión, mayoritariamente, no trascendía lo evidente.

El gran Loquillo hoy estaría en prisión por aquello de «que no la encuentre jamás o sé que la mataré» y los que la hemos cantando en sus conciertos seríamos cómplices.

La propia Ana Torroja, solista de Mecano, tuvo que salir públicamente a pedir que no se cambiaran las letras de sus canciones, cuya autoría, además, es de los hermanos Cano, cuando un programa de televisión decidió sustituir en la famosa 'Quédate en Madrid' la expresión «mariconez» por «gilipollez». Se desconoce si posteriormente los incluidos en este último grupo se manifestaron al respecto.

Y qué les dirían a nuestros mayores cuando canten 'por Valderrama' aquello de «me voy a hacer un rosario con tus dientes de marfil». Cierto es que si lo leemos en su literalidad aterra, pero también lo es que si ejercemos así somos algo más que estúpidos y tendríamos que prohibir tal cantidad de literatura, música, escultura, pintura... que nos conduciría al retorno del 'index librorum prohibitorum' y esta vez no saldría del Vaticano, sino de esa nueva religión que constituye la dictadura de un solo lenguaje y, por tanto, de un solo modo de contemplar la realidad.

El asunto tienen más miga que cuestionar qué tipo de noviazgo mantuvo alguno de los del Dúo Dinámico con una menor de quince años, o si la famosa canción de Santiago Auserón, vocalista de Radio Futura, que reza «y si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared, te voy a dar una paliza por haber escrito mi nombre dentro» habría que prohibirla. Por cierto, algo que osó hacer un tiempo un ayuntamiento de la provincia de Toledo.

Hasta qué punto una administración tiene derecho a decidir qué podemos escuchar y qué no, es muy cuestionable. Bajo estas decisiones subyace algo muy grave: considerar a los ciudadanos como menores de edad incapaces de interpretar y distinguir, y sin capacidad moral propia. Y además, últimamente hemos visto cómo se construye todo un corpus legislativo que nos obliga, por ejemplo, a traicionar a la RAE con aquello de «ellos, ellas y elles».

Cualquiera puede entender que no se trata de discriminar a nadie ni de promover conductas machistas o agresivas, sino de cierto sentido común en un país con una ciudadanía madura y que sabe distinguir muy bien y no requiere de papá Estado para respetar nuestra Constitución y nuestro idioma, de paso.

Lástima de Siniestro Total, de Los Ronaldos, de Alaska, de las primeras películas de Almodóvar o de la tan recordada movida madrileña si hubiera caído en manos del actual Gobierno de España. Que aburrimiento de sistema nos quieren imponer.