El fiasco de la ley del 'solo sí es sí'
No solo supone la atenuación de condenas por delitos ya cometidos, sino que atenta a la dignidad de las víctimas y sus familias
Por la responsabilidad moral que me confiere haber pertenecido al legislativo nacional y autonómico durante 16 años, el desempeño de mi trabajo en diferentes cargos ... públicos y la contribución desde mi carrera de funcionaria en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, quiero hacer algunas reflexiones y compartirlas con lectores de este periódico.
Quiero expresar mi reconocimiento al magnífico editorial de Alberto Aguirre de Cárcer, director de LA VERDAD, y a la estupenda entrevista a Jaime Peris, afamado penalista y catedrático de la misma materia en la UMU, ambas publicadas en este diario el domingo 20 de noviembre. Son tan explícitas, clarificadoras y contundentes que quiero resaltar su contribución al esclarecimiento de las graves consecuencias que se derivan de la llamada ley del 'solo sí es sí'.
No podemos olvidar que gracias a personas como Amalia Gómez Gómez, murciana de pro y secretaria general de Asuntos Sociales en el primer gobierno de Aznar, la Región de Murcia fue pionera en poner en marcha los recursos, las medidas y los mecanismos requeridos para asistir y concienciar en estos años sobre un problema que era invisible en esos momentos. Se crearon las primeras casas de acogida para mujeres maltratadas y sus hijos, los puntos de atención de 24 h, la atención jurídica, sanitaria, social y psicológica para las víctimas y un teléfono de atención permanente que fue el 061 hasta entonces solo para urgencias sanitarias, gracias a un convenio firmado con el Insalud que dirigía eficientemente Alberto Núñez Feijóo, actual presidente del PP y al que no dudó en sumarse. Se logró la imprescindible y necesaria coordinación de los ministerios de Trabajo y Asuntos Sociales, Sanidad e Interior, con la creación a su vez de equipos de trabajo multidisciplinares y transversales que era la primera vez que se ponían en marcha en el Gobierno de España con las comunidades autónomas. Todo ello con el apoyo inconmensurable de toda la sociedad, reflejado en un pacto gubernamental del que formaban parte todos los actores implicados, y por supuesto con la importantísima contribución que los medios de comunicación empezaron a prestar a este tipo de violencia.
Esta ley es un fiasco, no solo por lo que supone de atenuación de condenas por delitos ya cometidos, sino que atenta a la dignidad de las víctimas y sus familias, incrementando el estado de alarma e inseguridad, la indefensión y el miedo en la sociedad, pero especialmente en las mujeres.
Una ley que elabora la señora 'SiesSi' Emperatriz, como la denomina mi admirada periodista Rosa Belmonte, cuyo calificativo haría sonreír si no fuera por la enorme frustración a la que la propia ley conlleva. Una ministra al frente de un Ministerio de Igualdad, que pertenece a un gobierno de izquierdas cada vez más radical y ladino que es capaz hasta de ocultar informes jurídicos contrarios a la misma ley, y que se atreve de manera artera y solapada a incluir en dicha ley la prohibición de la publicidad de la prostitución, solo penalizando la palabra 'puta' a la que permite, sin atisbo de vergüenza, que se sustituya por 'escort' o 'señorita de compañía', pero tolera los mismos anuncios.
Todo esto ocurre porque el Gobierno del señor Sánchez no tiene el apoyo de sus socios nacionalistas e incluso de personas de sus propias filas que no ven necesario elaborar un texto sobre un tema tan controvertido. Es necesario acabar con el tráfico y la trata de mujeres, con los proxenetas y con la impunidad de los dueños y dueñas de burdeles que mueven ingentes cantidades de dinero.
Para concluir, quiero insistir –precisamente pensando en el día 25 de noviembre– en que es imposible acabar con la terrible lacra de la violencia machista, mientras no sea consensuada una estrategia transversal para erradicarla. A edades tempranas es preciso educar para convivir en valores –libertad, igualdad, tolerancia, esfuerzo y respeto en la discrepancia–. En la sociedad adulta en general hay que fomentar que la mejor visibilización de la igualdad de derechos es la paz. Hay que seguir trabajando para que la dependencia emocional entre mujeres y hombres que se convierte en sumisión, y es por donde penetra la agresividad de los violentos, se extinga definitivamente. Esta ley no es la respuesta a este problema, sino que tristemente lo agrava.
Habría tanto de que hablar... Lo seguiremos haciendo.
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