Faros agroecológicos
¿Cómo garantizar el abastecimiento de alimentos a una población mundial en constante crecimiento, en un escenario de cambio climático, emergencias sanitarias, inseguridad y pobreza alimentaria, degradación ambiental, incertidumbre económica y crisis social? Este es uno de los retos más urgentes que hay que abordar en los próximos años.
La Covid-19 ha visibilizado la vulnerabilidad de nuestro sistema agroalimentario: dificultad de acceso a los alimentos, desestructuración del mercado local, colapso en el campo por falta de temporeros, toneladas de alimentos que se pudren en el campo o en los camiones por no llegar a tiempo a sus puntos de distribución o por el cierre de bares, restaurantes y mercados al aire libre. Estos son algunos de los problemas vividos en estos meses de incertidumbre alimentaria.
La desaceleración económica producida por la pandemia ha generado un aumento considerable del desempleo y el subempleo, que está afectando a millones de personas en todo el mundo. En consecuencia, la pobreza alimentaria ha aumentado de forma significativa, sobre todo en los segmentos más pobres y vulnerables de la población, y ya sumidos en el umbral del hambre, la desnutrición y la pobreza.
Hoy más que nunca debemos repensar nuestro sistema agroalimentario. La inseguridad y pobreza alimentaria están instauradas en nuestra sociedad desde hace décadas. La pandemia solo las ha acentuado y visibilizado de forma rápida. Estamos a años luz de cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio para 2030, como eliminar la pobreza y el hambre en el mundo, reducir las desigualdades o producir y consumir alimentos de forma responsable.
El Pacto de Milán sobre Políticas Alimentarias Urbanas, promovido por la FAO en 2015, nos muestra el camino a seguir. Las ciudades firmantes, 210 en el mundo y 21 de ellas españolas, se comprometen a promover sistemas alimentarios sostenibles, resilientes, inclusivos y diversificados, accesibles a todos los habitantes, en un marco de acción que persiga reducir el desperdicio de alimentos, preservar la biodiversidad y mitigar y adaptarse al cambio climático.
En esta línea está la Estrategia Alimentaria 'De la Granja a la Mesa', del Pacto Verde de la Comisión Europea, que fue adaptada el pasado mayo para fomentar un sistema alimentario justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente. La estrategia establece medidas para hacer la transición hacia sistemas eficientes desde el punto de vista climático, sostenibles y que promuevan el mercado local y el apoyo a los pequeños productores proporcionando una vida digna a la población del sector agrario y pesquero europeo. Entre sus objetivos está alcanzar un 25% de tierras agrícolas dedicadas a la agricultura ecológica.
En el camino hacia una 'nueva normalidad' urge poner en marcha políticas de ámbito local y regional, en sintonía con ambos pactos y con los ODS, para dar respuesta a los retos alimentarios y ambientales de la Región. El potencial agroecológico que tenemos, aunque desconocido para la mayoría de los murcianos, es más que suficiente para poner en marcha una estrategia agroalimentaria sostenible en todas las fases de la cadena, desde la producción al consumo, incluyendo la minimización de los desperdicios alimentarios y la reducción de la pobreza alimentaria.
En las tres últimas décadas se han consolidado fincas agroecológicas, de mayor o menor superficie, y sostenibles en un marco dominado por la globalización de la agricultura y la alimentación. Estas fincas practican tanto la agricultura de secano como la de regadío, y se localizan en el medio rural y en el urbano.
La distribución local de alimentos tiene también una amplia trayectoria en la región. Las primeras iniciativas agroecológicas surgen en 1990 y se han extendido, con diversa fortuna, hasta la actualidad. En el camino se han quedado algunas propuestas por falta de rentabilidad económica. Otras han perdurado en precario. Sin embargo, durante la emergencia sanitaria se han revelado como un elemento estratégico para alimentar a la población más vulnerable confinada en sus casas.
En el marco del proyecto Observatorio de Innovación Agroecológica frente al Cambio Climático, financiado con fondos FEADER y de la Comunidad, se está promoviendo una red de fincas agroecológicas, en las que se realizan ensayos de adaptación de cultivos al cambio climático, se trabaja en la recuperación y conservación de la biodiversidad cultivada como recursos para la seguridad y soberanía alimentaria; y, en algunos casos, se realizan actividades de integración sociolaboral.
Esta red, ante el desconocimiento general que hay de la agroecología, puede actuar como 'faros agroecológicos': fincas en las que se desarrollan experiencias agroecológicas exitosas, que pueden ser la base de un programa de formación y capacitación asociado al desarrollo de una estrategia agroalimentaria regional.
Ligado a los 'faros' se requiere también la creación de una 'red de dinamizadores' agroecológicos con la función de facilitar el proceso de discusión y elaboración de la estrategia y, posteriormente, para asesorar y difundir las acciones y medidas que se propongan. Su labor sería equivalente a la que desarrollaron las agentes de extensión agraria en la transición de la agricultura familiar a la industrializada, durante le revolución verde. La labor de los dinamizadores, ahora, sería promover la transición de modelos alimentarios industrializados a modelos sostenibles en el marco de los ODS. La puesta en marcha de una Estrategia Alimentaria Agroecológica aceleraría esta inaplazable transición.