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El que se vio en noviembre de 2023 como un éxito electoral del ultraderechista Geert Wilders le abrió la puerta a un Gobierno que tardó ... ocho meses en formarse y no ha durado ni un año. Sus tres socios de coalición rechazaron que pudiera presidirlo el líder del PVV, condenado por racismo. El Ejecutivo nació frágil, con dificultad para lograr acuerdos y más aún para respaldar el programa de Wilders, de un único punto: «La política antiinmigración más estricta de la historia» de Países Bajos. Cierre de fronteras a solicitantes de asilo, freno a la reagrupación familiar o deportación de condenados con doble nacionalidad propone la primera fuerza en las anteriores elecciones, con un 23%, aunque las encuestas indican que ha perdido apoyo. La vuelta a las urnas, quizá en octubre, plantea un interrogante difícil de responder ahora: ¿considerarán los votantes que la inestabilidad de la quinta economía del euro es atribuible a Wilders o entenderán que merece más respaldo para imponer su agenda? El dirigente populista, entretanto, se afanará en desestabilizar desde una oposición sin responsabilidad. Como AfD en Alemania, Chega en Portugal o Reagrupación Nacional en Francia.
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