Junts ha decidido materializar la ruptura con Pedro Sánchez y su pase formal a la oposición anunciados por Carles Puigdemont el 27 de octubre en ... Perpiñán decretando el bloqueo de la legislatura por la vía de enmendar a la totalidad todas las leyes del Gobierno en trámite en el Congreso, salvo tres que ya estaban consensuadas con anterioridad. Es elocuente que el grupo que comanda Míriam Nogueras en la Cámara baja tuviera que solemnizar ayer que los independentistas consuman lo anticipado por el expresident. Es la prueba inequívoca, por una parte, de que tantas veces ha ido el cántaro de la amenaza de Junts a la fuente sin llegar a quebrarse que sus órdagos habían ido perdiendo verosimilitud. Y, por otra, de que la estrategia del Gobierno de negar la realidad del divorcio, con su reiterada oferta al diálogo y gestos de oportunidad como los prodigados en Europa para intentar persuadir a los junteros de su compromiso con la oficialidad del catalán, ha acabado forzando a Puigdemont y los suyos a utilizar el arma de que disponen –su peso decisivo en el Congreso– para dejar claro que han cambiado de raíl en este tormentoso tercer mandato de Sánchez. Junts, al menos en este trance, parece haber calibrado que le renta más soltar amarras con La Moncloa que seguir anclado a un pacto que no está ejerciendo de dique frente al competitivo auge electoral de Aliança Catalana y sometido a la incertidumbre de cuándo el presidente del Gobierno resolverá darlo por amortizado llamando a las urnas.
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Los abruptos vaivenes en el acuerdo sobre el que Sánchez cimentó la legislatura no pueden ocultar, en todo caso, que ésta era intransitable, imposible, desde su mismo comienzo. Porque el hecho de que el jefe del Ejecutivo haya logrado alcanzar el ecuador de este cuatrienio e, incluso, ir aprobando inciativas de su calendario legislativo no significa que su acción de gobierno se haya dotado de una estabilidad homologable, por mucho que el presidente se empeñe en aseverarlo, ni de una coherencia identificable, por más que se intentara meter con calzador a Junts en «la mayoría progresista» que no es tal. Y que el partido de Puigdemont siga descartando apuntalar una moción de censura de Alberto Núñez Feijóo, el seguro de vida político al que se aferran Sánchez y sus ministros, no significa, tampoco, que éstos puedan asegurar que siguen gobernando cuando no tienen unos Presupuestos actualizados y se asoman al veto de una mayoría alternativa a todo su programa legislativo.
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