Economía en tiempos de pandemia
Hay que recordar la necesidad de implementar profundas reformas que actúen sobre los déficits existentes
El impacto económico de la pandemia está teniendo unas consecuencias devastadoras en el empleo y la producción en España. La última previsión de crecimiento del Banco de España ha empeorado y, con el repunte de la pandemia, descarta una recuperación temprana de la economía para el cuarto trimestre y la estima gradual a partir de 2021. Las alarmas vuelven a saltar: las últimas previsiones realizadas para una situación epidemiológica más desfavorable anuncian una caída del PIB de hasta el 12,6% para 2020, en línea con las publicadas recientemente por la Comisión Europea.
Se confirma así tanto la magnitud como la variabilidad de las previsiones. La Contabilidad Nacional del tercer trimestre de 2020 recoge un efecto rebote récord de la economía española con un aumento del PIB del 16,7% respecto al trimestre anterior, lo que deja una variación interanual del -8,7%, el doble de la caída producida en la eurozona. La progresiva desescalada, las ayudas públicas y la reapertura de la economía han permitido una recuperación en forma de V suave en el tercer trimestre. El crecimiento es algo más intenso de lo esperado, principalmente por el aumento de las exportaciones, el incremento del consumo de los hogares, la mejora de la actividad industrial y el buen comportamiento del turismo nacional. Respecto al empleo, en términos de horas trabajadas, España registra en términos interanuales una disminución del 6,2%, es decir, la grave pérdida de un millón de empleos equivalentes a tiempo completo en un año.
Ya en plena fase de recuperación la economía empieza de nuevo a perder fuerza, teniendo como causa principal la virulencia de la segunda ola pandémica, la incertidumbre asociada y las consecuentes medidas adoptadas por los gobiernos en términos de restricción y confinamiento.
La pandemia, aunque afecta simultáneamente al conjunto de las economías, muestra impactos territoriales muy dispares. Todas las regiones comparten la misma causa de la crisis y en todas habrá efectos negativos; sin embargo, existen diferentes factores que condicionarán el grado de incidencia en sus economías. Esta diferencia se puede explicar principalmente por su situación económica previa a la crisis, la especialización sectorial dada la mayor sensibilidad que tienen determinadas actividades económicas a las medidas de restricción y confinamiento, como se produce en el turismo, y el dispar nivel de competitividad de las autonomías por su distar situación en innovación, digitalización, educación e infraestructuras.
En este contexto, España tiene que afrontar los efectos de la crisis económica producida por la Covid-19 y los retos propios del cambio de época. Pero también hay que recordar la necesidad de implementar profundas reformas que actúen sobre los déficits existentes. Entre los que se encuentra la gobernanza, como el indicativo más claro de que las capacidades de los gobiernos y las medidas institucionales no alcanzan a dar una respuesta efectiva a situaciones pandémicas o de emergencia. El modelo de gobernanza nacional interrelaciona con el autonómico y local, pero su revisión es indispensable para que las respuestas de los gobiernos sean parte de la solución y no actúen como un obstáculo más. El actual modelo se ha manifestado más en régimen de política competitiva que colaborativa. La confrontación es parte de la tónica habitual y, aun siendo imprescindible el debate de las ideas, es más necesario que nunca que prevalezca la negociación y las políticas de consenso ante los retos que ha puesto de manifiesto la crisis del coronavirus, como es la dicotomía entre salud y economía, libertad y restricciones a las personas o la revisión de las competencias del modelo territorial vigente.
Mientras la economía está a expensas de la pandemia, el déficit está en máximos históricos y la deuda pública avanza irrefrenablemente, nos encontramos en plena tramitación de la Ley de presupuestos públicos para 2021. La política presupuestaria y fiscal es un instrumento clave que debe sentar las bases de la recuperación económica en los próximos años, pero su efectividad se encuentra bajo sospecha ante un gasto público descontrolado, el aumento de determinados impuestos y las dudas sobre las previsiones realizadas en el cuadro macroeconómico.
Ante este panorama, nuestra esperanza es la aparición de una vacuna eficaz en pocos meses, que los fondos europeos anunciados se apliquen con agilidad y eficiencia, y que se recupere la estabilidad política nacional e internacional. Estos son aspectos cruciales para que la política económica y presupuestaria pueda tener efectos positivos en la economía. Ante tal grado de incertidumbre existente, es momento de aparcar diferencias políticas y buscar el consenso de una amplia mayoría del arco parlamentario para acordar las grandes líneas de ejecución del presupuesto; de lo contrario puede que salte por los aires a los pocos meses de su aprobación, algo nada deseable para el futuro de la economía española.