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Dumbo y los 'neandertales'

Me emociona cuando coincido con hombres que hablan con perspectiva de género de cuestiones como un embarazo, un parto o la lactancia

Lunes, 25 de noviembre 2019, 07:25

Recientemente estuve en Valencia y visité la exposición 'Talking Brains. Programados para hablar', que se encuentra en el Museo Ciudad de las Artes y las Ciencias. Me resultó sumamente reveladora la comparativa que establece entre los cerebros del 'Homo neanderthalensis' y del 'Homo sapiens': Cómo el cerebro del primero tenía el área del lenguaje escasamente desarrollado, mientras que presentaba un mayor desarrollo de la zona donde se localiza la agresividad, por lo que se le supone individualista, con escasas habilidades sociales y con tendencia a respuestas violentas. Por el contrario, el cerebro del 'Homo sapiens' presenta un mayor desarrollo del área donde se localiza el lenguaje, lo que sin duda posibilitó relaciones más estables, aprender a través de la observación de otros individuos y debió ser determinante para que surgiera el interés en mantener a la colectividad, como recurso de protección y asistencia. En definitiva, nos permitió evolucionar y subsistir, mientras que el homínido más agresivo se extinguió.

La exposición plantea el interrogante de por qué se produjo la extinción. Se formulaban diversas hipótesis (que si no supo adaptarse al clima, que si carecía de defensas para combatir enfermedades,...), pero ninguna de ellas tenía en cuenta la perspectiva de género. Con perspectiva de género es fácilmente comprensible el mecanismo por el cual el 'Homo neandertal', colocado en el centro de su universo individual, se extinguió, mientras que el 'Homo sapiens', interesado en el desarrollo del grupo con el que había establecido vínculos personales y afectivos, sigue poblando la Tierra: El hombre de Neandertal debió desentenderse de la protección de las madres y su descendencia; la mujer de Neandertal no fue capaz de producir el alimento necesario para consolidar su prole al estar ocupada en su propia subsistencia, ni tuvo la capacidad de desarrollar vínculos de pareja o de sororidad que posibilitaran la subsistencia de la siguiente generación.

El resultado fue la extinción.

Pues bien, me resultó sorprendente constatar cómo en un ámbito como la antropología, que estudia los aspectos biológicos, culturales y sociales del ser humano, la perspectiva de género era desconocida.

Hago esta reflexión al hilo de la conmemoración, el 25 de noviembre, del Día Internacional para la eliminación de la violencia sobre la mujer, en el que se visibiliza la situación de violencia que se ejerce sobre las mujeres por el hecho de serlo, por la distinción biológica. La comparto para destacar la importancia de que las personas que trabajan en violencia de género, en protección y asistencia a las víctimas, en el enjuiciamiento de las agresiones, en prevención, en el análisis y diseño de estrategias, tengan perspectiva de género.

Afortunadamente, cada día coincido con personas que cuentan con esta perspectiva. Me emociona, especialmente, cuando se trata de hombres que hablan con perspectiva de género de cuestiones tan cotidianas y a la vez tan extraordinarias, como un embarazo, un parto, la lactancia o la crianza. Representan la adaptación al mundo contemporáneo del concepto del 'buen padre de familia' que recogía el derecho romano, y sigue presente en nuestro Código Civil como ejemplo de buen juicio.

Para las personas no iniciadas en 'género', les recomiendo la lectura del art. 5 de la convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, suscrita en Nueva York el 18 de diciembre de 1979 y ratificada por España el 16 de diciembre de 1983, que exige a los Estados que tomen medidas para garantizar que la educación familiar incluya una comprensión adecuada de la maternidad como función social y el reconocimiento de la responsabilidad común de hombres y mujeres en cuanto a la educación y al desarrollo de sus hijos, en la inteligencia de que el interés de los hijos constituya la consideración primordial.

Este artículo refleja la vinculación entre maternidad y violencia sobre la mujer: Difícilmente, una madre decidirá asumir individualmente el coste de tiempo y esfuerzo que exige la crianza, salvo que esté sumida en una situación de violencia que constituya un peligro para su prole. Qué duda cabe que el agresor en violencia de género es lo opuesto al 'buen padre de familia', por lo que no deben ser equiparados, especialmente por quienes tienen encomendada la protección de los miembros especialmente vulnerables de la familia. La propia Constitución Española de 1978 consagró la obligación de los poderes públicos de asegurar la protección integral de los hijos y de las madres, convirtiendo así a los poderes públicos en los protectores de la maternidad y su descendencia, protección que hasta el año 1975 había sido responsabilidad de los padres y esposos. Nuestras instituciones, eminentemente masculinas en esa fecha, han ido incorporando la perspectiva de género en sus protocolos y actuaciones, creando el espacio para el desenvolvimiento de la mujer y su participación en condiciones de libertad e igualdad en los diversos ámbitos de la vida pública y privada.

Hoy resulta habitual encontrar a profesionales que incorporan la perspectiva de género, no solo en el ámbito institucional o jurídico, sino también en el ámbito privado. Mi reconocimiento para quienes se esfuerzan en dar a las víctimas una sensación de seguridad más allá del frío protocolo. A todas estas personas, comprometidas en la construcción de una sociedad mejor, les deseo un 25-N libre de violencia y de discriminación.

...Y de Dumbo les hablaré en otra ocasión.

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