Domingazo
PARALELO 37 ·
Ya está bien de permitir que un solo día consiga hundirnos tras el merecido descanso del fin de semanaEn inglés lo conocen como 'Sunday night blues' o 'Sunday scaries', que viene a ser lo mismo pero más miedoso. En España se nos da ... bien inventar palabras, así que al 'síndrome del domingo', que no es otra cosa que el mal rollo que nos entra solo de pensar en el comienzo de una nueva semana, ya se le llama domingazo y a mí me encanta este superlativo tan rotundo y gráfico.
No es un trastorno psicológico ni tampoco está catalogado en los manuales, pero de esta desazón interna que nos recorre el cuerpo al visualizar una interminable ristra de días por delante no se libra casi nadie: los que trabajan, los que no trabajan, los jubilados, también los estudiantes, y todos al llegar el que parece más lunes que domingo, a rumiar preocupaciones en un terrible túnel emocional con picos de angustia vital insoportables. Que si he hecho esto, que si he dejado de hacer aquello, que me falta tiempo, que me sobra, que vaya coñazo mi trabajo, que no hay forma de encontrarlo, que mi vida es un desastre... ¿Existe una hora para sufrir esta patología dominguera? El domingo es la antesala de lo que no queremos vivir y es justo después de comer cuando el cerebro consigue identificar esta situación y comienza a decaer nuestro estado de ánimo al darnos cuenta de que tenemos cada vez más cerca el fin del fin de semana. Pasan las horas y somos un cúmulo de emociones negativas hasta llegar al punto álgido del domingazo, que coincide con el momento de irnos a la cama.
Pese a sus malignas connotaciones, que yo sepa un domingo sigue teniendo 24 horas para hacer de nuestra capa un sayo, así que podemos ir a comer con los suegros un miércoles, limpiar un martes, hacer la visita de hospital un sábado y para el último día de la semana programar actividades que nos hagan felices y no compromisos rutinarios y poco excitantes porque ya está bien de permitir que un solo día consiga hundirnos tras el merecido descanso del fin de semana. Todos tenemos un lugar donde hacemos aquello que realmente queremos hacer y donde somos quienes siempre hemos querido ser y yo, cuando está a punto de acabar el fin de semana, disfruto haciendo deporte, con un buen libro o practicando el '5,4,3,2,1', una técnica que aprendí en Asia para amarrar la mente y no dejarme llevar por la desesperación y la nostalgia: fijar la vista en cinco cosas, tocar otras cuatro con las manos, concentración en tres sonidos, dos sabores a probar y un olor cercano y así hasta cansarme. Qué viva el 'mindfulness' y al domingo, si viene a jodernos, que le vayan dando.
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