Vivimos una sociedad idiotizada. Completamente. Yo misma me sorprendo cuando llevo diez minutos viendo como alguien, pongamos por caso de Colombia, se maquilla como una puerta y la vemos emerger 10 minutos después, tras su arte pinturero, como diosa de Youtube. Lo del maquillaje y las recetas de cocina tienen un efecto hipnótico sobre mi. Para qué negarlo. Mejor no contabilicemos tiempo que perdemos todos en boberías. Les aseguro que entraríamos en depresión.
Las redes sociales son hipnóticas y adictivas. No es casualidad, se diseñaron para tal fin. Es el caso de correo electrónico de Gmail, uno de sus creadores Tristan Harris, exingeniero de Google, reconoció que nada es inocente, desde cómo se muestran las notificaciones hasta la disposición de las bandejas de entrada y salida. Yo fui víctima del Gmail, lo reconozco.
¿Y qué objeto pensáis que tienen las famosas 'storys'? ¿Actualizaciones de estados que desaparecen a las 24 horas? No es otra que estés el día pendiente para no perderte nada. Adolescentes y jóvenes son las víctimas propiciatorias de esta trampa que te roba las horas y las energías sin compasión.
El desplazamiento de contenido, pasando el dedito por la pantalla, no es fruto del azar. La generación de temas, fotos, sonidos o imágenes al arrastrar nuestro pulgar es un gesto adictivo que produce gratificación instantánea. Son como chupetes digitales para calmar la ansiedad en un mal día. ¿Qué he tenido un disgusto en la calle? Lo cuento en FB y cientos de personas me escribirán dándome su apoyo porque el algoritmo de la mala suerte, la muerte de un familiar o un despido es lo que vende. Un asco.
Somos nosotros quienes creamos sus contenidos
El documental 'El dilema de las redes' (Netflix) nos muestra a un puñado de creadores de redes sociales –personas que han estado vinculadas al corazón de Facebook, Twitter, Instagram o Pinterest– renegar de sus creaciones porque consideran que han fabricado un monstruo que acabará por fagocitarnos a todos.
En el film explican el por qué y cómo tenemos aún capacidad de reacción. El que se inventó el botón de 'me gusta' ha renunciado. Muchos recomiendan que abandonemos el 'social media' sin mirar atrás. Cada cosa que hacemos en las redes, lo que leemos, dónde 'clickamos' y dónde no, lo que compramos, lo que buscamos, los 'me gusta', retweet y demás… cada pequeña cosa es registrada, monitorizada y analizada. Cada acción nos devuelve una reacción. El objetivo es que seamos presa de anuncios en los que se invierten ingentes sumas al cabo del año en un medio que ni siquiera han de mantener sus creadores. Somos nosotros quienes creamos sus contenidos.
El objetivo es llevarte a una compra segura. E insistirán hasta conseguirlo. No solo eso, toda la inteligencia artificial está trabajando en ti, sí, no mires hacia otro lado; en ti, y en tu hija o tu hijo, en tu pareja. Están creando un modelo con tus acciones en las redes. Un modelo que es previsible y sabe qué haces, cuándo sientes ira, terror o despecho. Y que te lanza impulsos y llamadas de atención para llevarte al lado oscuro y te sumerjas durante horas en las fotos de tu 'ex', o en el pasado tan maravilloso que tenías con tus amigos o familia cuando nos podíamos juntar más de seis personas.
En este mundo de locos todo conspira para una vida virtual y para que el dinero virtual corra como loco y escape de nuestros bolsillos.