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La dictadura como origen

Mientras esperamos que este virus no haya venido para quedarse he creído conveniente iniciar una reflexión

Martes, 31 de marzo 2020, 01:42

Mientras esperamos que este virus no haya venido para quedarse, que no mute como la gripe, que tengamos medios para combatirlo y que pronto descubran la vacuna, he creído conveniente iniciar una reflexión. Durante este tiempo, parte de los intelectuales dedicados a pensar en la crisis han cifrado dos peligros relacionados, uno ya explorado desde hace tiempo, la relación entre el 'big data' y el control, como ha expuesto Marta Peirano; el otro, más reciente, la posibilidad de incorporar modelos chinos o autoritarios a las sociedades occidentales. La mayoría de estos pensadores han recurrido al concepto, no siempre delineándolo apropiadamente, de aprendizaje transnacional. Este fue acuñado por la escuela neo-rrealista de política internacional. Señalaba así la posibilidad de copiar modelos, principalmente militares, y aplicarlos en situaciones similares dando lugar a cambios en los modelos estatales. Esta situación deriva de la imagen de éxito de la cuarentena como medio de control, una experiencia que, aunque olvidada, ha estado presente con sus rupturas en nuestras sociedades desde la aparición de la peste negra por lo menos.

La pandemia ha sido posible porque se ha originado, como el caso de Chernóbil, en una dictadura. El virus, a tenor de las noticias, apareció en noviembre en China. A fines de diciembre un médico, conjuntamente con otros, dio aviso de la situación que llegó a una red social. El médico fue procesado a principios de enero y obligado a retractarse mientras la epidemia avanzaba. La situación se volvió tensa, las redes sociales se inundaron de mensajes criticando al Gobierno y a su presidente Xi Jinping. Una respuesta social inesperada que, añadida a otras, el régimen temió que se convirtiera en un elemento desestabilizador en el país de dos sistemas de Deng XioPing. Fue entonces cuando el Estado chino intervino tanto para controlar el cabreo de la población como el virus. Para entonces había saltado fuera de China y era tan imparable como desconocido. Hasta el 27 de enero no apareció la primera publicación en Elsevier, hasta fines de febrero no salió el informe de Aylard de la OMS, aunque esta no declaró una pandemia global hasta el 11 de marzo, en parte por falta de información de la cancillería china, que sigue manejando, parece, los datos a su antojo.

Entendido su origen, creo que es útil distinguir entre la reclusión: el método chino, que tenía como misión mantener un sistema político, que funciona como una dictadura totalitaria de origen comunista bajo un sistema económico neoliberal donde el control de las externalidades negativas de la producción industrial es directamente obviado produciendo graves daños tanto al trabajador como al medio ambiente; y la cuarentena de los sistemas democráticos regulados mediante el estado de alarma o, llegado el caso, de excepción. La diferencia entre ambos reside en la responsabilidad de la sociedades democráticas delimitada por el derecho y controladas por el congreso y la obligación derivada de una dictadura que, disfrazada de ideal comunista, aplica las tesis neoliberales más depredadoras del planeta, tanto a nivel social y político como económico, y esto es posible porque en estas sociedades, en muchas ocasiones, el ámbito de la comunidad, los lazos interpersonales, son más fuertes que la sociedad, el derecho.

Ahora bien, el problema chino deviene en occidental en tanto sus sistemas rompen con la vieja alianza entre economía capitalista y sistemas democráticos forjada en la 'guerra fría'. Esto pone en riesgo la democracia duramente bateada desde ambos lados del espectro político. Una cuestión que tiene que ser repensada por los filósofos, volviendo quizás al pensamiento republicano clásico de Maquiavelo, como ha subrayado Pocock, ese que señala la antítesis entre la virtud de la 'res-publica' frente a la corrupción asociada a la riqueza y el comercio. La necesidad de controlar ambas requiere tanto de la participación política como de los contrapesos para hacer que el sistema funcione, y entre ellos se encuentra la necesidad de una prensa libre. Está claro que con ella jamás hubiéramos llegado a esta pandemia global.

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