Democracia y participación
Suprimamos a los compromisarios con derecho a voto elegidos a dedo en las juntas directivas; un afiliado, un voto
Soy militante 'viejo' del Partido Popular. He tenido responsabilidades de gobierno en mi pueblo, como alcalde, en el Ejecutivo regional en el ámbito de la ... Salud y en el legislativo autonómico como diputado. Sé de la importancia de tener partidos sólidos, cohesionados y bien engrasados para vehiculizar las aspiraciones de los ciudadanos. Dice bien nuestro secretario general Teo, que «sin partido no hay gobierno».
Estamos presenciando el hundimiento de 'la nueva política' que oficializó Obama durante su campaña a la Casa Blanca, para atacar lo que llamó «la vieja política», que no era otra cosa que impugnar a la clase política tradicional y sus privilegios, por anteponer sus intereses de grupo a los problemas reales de los ciudadanos, quebrando la confianza de los ciudadanos en sus representantes. Como si él no fuese uno de ellos.
En España, ese sentimiento catapultó al estrellato al oportunista falsario Iglesias, que lo supo ver, como nadie, en medio de una crisis inmisericorde que golpeaba a los más vulnerables sin piedad, transformando la frustración y el miedo en rabia. Los llamó «la casta».
Esa impugnación de la política tradicional, que no es otra que el sistema de representación política actual que tan bien había funcionado en nuestro país después de la transición, cuajó debido a que los partidos nos habíamos convertido en estructuras férreas e inflexibles, cerradas en minioligarquías burocráticas del partido, las cuales concentraban un poder inmenso a través de los gobiernos locales, provinciales, regionales y nacional.
El problema se agrava cuando esas oligarquías burocráticas colonizan las instituciones básicas del Estado replicando las mismas pautas de conducta interna que se estaban aplicando en sus propios partidos caracterizadas por el control férreo y la sumisión.
Hoy, los síntomas de agotamiento de este sistema son alarmantes. Todo el mundo coincide en que España está en una grave crisis. Pero hay solución.
En 2018, por vez primera, las bases del partido nos manifestamos para la elección de nuestro líder. Pablo Casado se convirtió en presidente, con una legitimidad democrática mayor que cualquiera de sus antecesores. Se abrió una corriente de ilusión y esperanza no solo para nuestro partido, también para España.
Las causas que llevaron a la impugnación de la 'política tradicional' siguen existiendo, puesto que la nueva política no ha hecho sino agravarlos. Pero, nuestro partido puede ser el revulsivo de la regeneración del sistema de representación política que tanto necesita nuestra democracia.
Sin entrar ahora en la reforma que necesitan instituciones básicas como el Consejo General del Poder Judicial, sí quiero subrayar las que nos compete a los militantes de base de los partidos.
Lo esencial es que profundicemos en la democracia interna del partido como método de legitimación del procedimiento de representación política. Si se quiebra, desde el inicio, se contaminará el resto del sistema creando metástasis. Abramos el partido, de par en par, a los militantes y simpatizantes. Ampliemos las bases. Que los censos de afiliados de cada municipio estén en sus Juntas Locales y no solo en Génova 13 bajo llave, como hasta ahora.
Y en cuanto a modelo de elección, suprimamos a los compromisarios con derecho a voto elegidos a dedo en las juntas directivas que alteren la voluntad mayoritaria del voto de los militantes; un afiliado, un voto. Dejemos que la democracia fluya para ganar la legitimidad perdida. Huyamos del despotismo de todo para las bases pero sin las bases, recuperemos nuestro partido, recuperemos nuestra democracia.
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