Descubriendo Marruecos
Nadie nos atracó, pero sí nos sentimos como una billetera con patas a la que todo el mundo trataba de desplumar
Era nuestra primera vez en Marruecos y nos habían dicho que era un país seguro para los turistas. Es cierto, nadie nos atracó con una ... navaja, pero sí nos sentimos como una billetera con patas a la que todo el mundo trataba de desplumar.
Hemos visto sitios increíbles como las dunas de Erg Chebbi, las gargantas del Todra y el Dades, los estudios de cine de Ouarzazate y el Ksar de Ait Ben Hadu. ¡Una pasada!
Tras cruzar el alto Atlas, paramos en el puente natural de Iminifri, una gruta llena de cuervos, recorrida por un sendero agradable junto al río. Un chaval salió de una cafetería. No hablaba inglés ni español, pero nos indicó que le siguiéramos para hacer la ruta. Le dijimos que queríamos ir solos, pero él se hizo el tonto y continuó delante de nosotros todo el recorrido. Al finalizar, nos invitó a pasar a la cafetería y subimos a la terraza para tomar el té. Le preguntamos cuánto costaba y escribió en la pantalla del móvil 150 (dirhams), es decir, 15 €. Este precio es un disparate para Marruecos, donde un menú puede costar entre 4 y 8 €. Decidimos darle 10 € y ver qué pasaba. Mi mujer y mis hijos se metieron en el coche y yo fui a pagar. En la puerta me esperaba el que parecía el dueño del garito. Cuando le entregué los 100 dirhams se le cambió la cara y dos tipos me rodearon. Yo temí que no salía entero de allí. La discusión continuó durante unos segundos hasta que, al final, el dueño sonrió y dijo que estaba bien. Desaparecieron los que tenía detrás y salí cagando leches.
Mientras conducía hacia las cascadas de Ouzoud (otra de las maravillas de este país) mi hijo de once años me preguntó: «¿Merecía la pena jugarse el cuello por 5 €?».
Lejos de las zonas más turísticas encontramos gente muy amable que nos acogió en su casa y nos ayudó sin esperar nada a cambio. Sin embargo, en las zonas más visitadas esta picaresca de saqueo al turista era un incordio constante. En Fez o Marrakech, si echas una foto a un puesto de comida o a un burro con los que transportan los bienes por la medina (incluso el butano), lo más probable es que tengas que pagar por ella, aunque no haya ningún cartel que lo advierta.
Marruecos es un país de contrastes, un viaje muy recomendable si aprendes a blandir la palabra «¿Cuánto?» con igual fervor que un machete en el Amazonas.
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