Covid y líos autonómicos: sobran políticos, faltan gestores
Si algunos ingenuamente pensábamos que esta catástrofe serviría para replantear nuestro modelo, nada más lejos de la realidad
Es muy cierto que, Covid aparte, este encabezamiento es aplicable con toda validez a otros problemas esenciales del cotidiano acontecer de esa España compleja y ... plural, siempre en permanente búsqueda de su identidad histórica que pueda ser compartida como lugar de acogida y convivencia por quienes han nacido o elegido vivir aquí, con independencia de su innata devoción por el terruño chico. Sin embargo, solo en situaciones límite, como la terrible pandemia que venimos padeciendo y aún no se ha despedido, se pone a prueba la endeblez o fortaleza de los enlaces que sostienen unidos el trasunto nacional y evitan que se caigan los palos del sombrajo.
A punto de cumplirse dos años del inicio de la Covid, resulta objetivamente innegable que el absurdo sistema fragmentario de gobierno que padecemos ha perjudicado la capacidad de prevención y la eficacia de una respuesta contundente frente a la infección viral. Aquellas insólitas conferencias de variados presidentes traslucían el empecinamiento de los reyezuelos taifales para actuar por libre, arrimando el ascua a su sardina y desechando cualquier estrategia colectiva, tildada de «... abuso del centralismo español». Asistimos estupefactos a continuas discrepancias sobre horarios y toques de queda, uso de mascarillas o cierres 'perimetrales'. La feliz disponibilidad de las vacunas agudizó las diferencias respecto a calendarios y franjas de edad prioritarias. Incluso algún dirigente taifal despistado osó reclamar una estrategia de estado para abordar la batalla contra la pandemia.
Un obstáculo crucial reside en la concepción de las autonomías como un sistema de elección política regional, en lugar de un mecanismo de simple descentralización administrativa que garantice a todos los ciudadanos del Estado los mismos derechos y oportunidades, hecho que ahora no sucede. La consecuencia funesta ha sido la asunción de un poder decisorio por las personas que controlaban los feudos locales de los partidos políticos, asociaciones opacas y escasamente democráticas. Estos nuevos gerifaltes, con frecuencia sin capacidad ni formación, han creado una enmarañada infraestructura clientelar de burocracia y cargos excesivos e innecesarios, que no han remediado los males crónicos de sus gobernados ni han contribuido a vertebrar el conjunto del Estado. De estos casi cincuenta años de confusión autonómica, emerge un corolario innegable: el desarrollo de España en democracia y libertad no necesita tantos políticos(as) sin oficio ni beneficio, viviendo a expensas de los contribuyentes, y sí un conjunto de gestores que sepan administrar correctamente los cuantiosos impuestos ciudadanos, priorizando y resolviendo sus necesidades.
El absurdo sistema fragmentario de gobierno que padecemos ha perjudicado la capacidad de prevención
Los datos epidemiológicos actuales revelan un preocupante incremento de nuevos casos de Covid. A las puertas de la Navidad, la irrupción de otra ola es un riesgo real, que ya conlleva las obligadas divergencias autonómicas sobre 'pasaportes' y restricciones. Presumiblemente, el elevado porcentaje de vacunación, el esperable nivel de concienciación ciudadana y –solo quizá– el aprendizaje de pasadas experiencias terribles, predeciría un menor impacto sanitario. Por otra parte, la situación podría complicarse porque, al margen de las mutaciones en el virus, es palpable una notable despreocupación social y un cierto cansancio informativo. (No sé por qué nos parecen normales los datos diarios de contagios y mortalidad). Si algunos ingenuamente pensábamos que una catástrofe de tal magnitud serviría para replantear nuestro modelo organizativo, nada más lejos de la realidad. Confiemos en que con el pecado no vaya también la penitencia. ¿Cuándo desaparecerán las comunidades autónomas en España...? El año que viene, si Dios quiere.
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