Para ser como Corea, volvamos al plan A
Con un plan de test y rastreo, en tres meses podemos seguir reduciendo los contagios, emular a los países más exitosos y volver a una vida casi normal
Tras semanas de confinamiento, España va recuperando la actividad. Pero nos falta un objetivo claro. ¿Cómo pretendemos que sea la vida dentro de unos meses? Mi respuesta es, en primer lugar, que podemos aspirar a una vida muy similar a la que teníamos antes de la epidemia, pero también, en segundo lugar, que para hacerlo debemos aplicar un sistema de test, rastreo y cuarentena, que aún no está operativo.
Tomemos como horizonte el inicio del curso académico: que la educación funcione como otro año cualquiera sería en parte indicador de normalidad, y en parte condición para ella, pues los padres con hijos pequeños lo necesitan para trabajar normalmente. Para ese momento faltan 90 días, casi los mismos que nos separan del comienzo de la epidemia. En ese periodo, los casos confirmados diarios (media de siete días) subieron a 7.900 y han bajado a unos 410, lo que equivale a 9 por millón de habitantes.
Son menos de los 12 a 15 que tenían en su peor momento países como Corea del Sur, Australia o Nueva Zelanda, y que cayeron en 40 días por debajo de 1 caso por millón. Con tres meses de plazo, España debería poder bajar a tasas similares, siempre y cuando pasemos del plan B al plan A.
Llamo plan A al de test y rastreo, que diagnostica rápidamente a los contagiados, los pone en cuarentena, e identifica a sus contactos recientes, para aislarlos también, mientras la sociedad sigue su vida normal. Corea del Sur o Taiwan controlaron la epidemia usando casi en exclusiva el plan A.
La mayoría de los países no fue capaz de hacerlo y han recurrido, como España, a variaciones de lo que llamo plan B, de confinamiento generalizado, que reduce los contagios mandando quedarse en casa a todo el que pueda. El plan B, aplicado muy pronto, como en Australia o Nueva Zelanda, produjo resultados similares a los de Corea del Sur (4 o 5 fallecidos por millón de habitantes, hasta hoy). En España, Italia, o Reino Unido, en cambio, el plan B llegó tarde, y ha frenado y revertido el crecimiento de la epidemia, sí, pero con más de 500 fallecidos por millón.
Exitoso o fracasado, el plan B solo puede ser temporal, debido a su gigantesco coste económico. ¿Qué viene después? Lo lógico es volver al plan A. Durante el confinamiento deberíamos haber incrementado la capacidad para hacerlo, de manera que cuando se cortasen las curvas del número diario de casos (descendente) y la capacidad para hacer rastreo (ascendente) el plan A tomase el relevo. Lamentablemente, parece que todo ello está muy verde. Y el Gobierno apenas menciona lo que debería ser parte central de la nueva normalidad, insistiendo en avisar a los servicios de salud con los primeros síntomas, o en recordar que tendremos que seguir una cuarentena si las autoridades nos lo indican.
Pero aún cabe la esperanza. Las once comunidades en mejor situación, con 26 millones de habitantes, tienen un promedio de 1,8 casos diarios por millón de habitantes. Aunque vayamos rezagados, crear un sistema de rastreo en esas comunidades tiene que estar a nuestro alcance. Y con lo allí aprendido, se facilitará la transición al plan A al resto del país.
En definitiva, deberíamos aspirar a llegar al fin de agosto con una tasa en torno a 1 caso diario por millón, y probablemente menos en gran parte de España. Con una estrategia de test y rastreo robusta, estaría al alcance una vida casi normal, en las escuelas, en los cines, en las discotecas, en los estadios... porque alrededor no habría un virus descontrolado, sino muy acotado. Lo que no excluye que un rebrote ocasional obligue a restricciones temporales en un territorio concreto.
Este no parece ser el discurso dominante, pero con realismo y sin fantasías, sabiendo que puede que no salga bien, que tal vez no todo el país pueda hacerlo, y que hay que tener en la recámara respuestas al posible fracaso, nuestro objetivo tendría que ser llegar a septiembre con niveles de contagio coreanos, y vida casi normal. Trabajemos para ello.