Contraparada, un Aleph murciano
El miércoles 13 de mayo, día de la aparición de la Virgen en Fátima, Portugal, ha publicado este periódico un artículo de Miguel Rubio con el comienzo de las obras de restauración de Contraparada. Casi nueve meses después de las inundaciones provocadas por la DANA del 12 y 13 de septiembre, calificadas por una ingeniosa autoridad regional como la riada de la Virgen. Fácil hacer retruécano con esto. El titular del artículo reza: «El rompecabezas de los cien sillares». Alegría infinita. Esta idea de puzle, de complejidad, de piezas ensambladas con sabiduría desde el siglo XVIII, me ha incitado a idealizar el significado de Contraparada desde una perspectiva de excepción cultural: desde un punto de vista literario y simbólico, si quieren, proponiendo un pensamiento complejo; paseando, si me lo permiten, por un territorio intelectual y emocional poco explorado. En mi opinión, es necesario recorrer una visión acumulada por la experiencia vital de hombres y mujeres a lo largo de –más o menos– diez siglos, tiempo histórico similar al que las ciencias sociales han concedido para identificar el origen de una cultura, de una ciudad, de un ecosistema modificado intencionadamente.
En febrero de este año bisiesto que pasará a la historia, realicé una de tantas visitas de ocio y contemplación a Contraparada. Con cierta emoción contemplé el lamentable estado de conservación del entorno y de la presa. Era domingo, quiso la circunstancia que no pasara agua por donde discurre habitualmente. Quiso la suerte que el día fuera espléndido y que pudiera tomar fotos, vídeos; filmé y edité mis sensaciones, con esos medios portátiles que transforman nuestro paseo, mediante un pequeño dispositivo de alta tecnología, en un estudio de grabación. A mediados de marzo me alcanzó el coronavirus y pasé largo tiempo entre el estupor y el miedo. Primero aislado y después confinado me olvidé de esta historia. Regresé hace unos días, en busca de reconocimiento y pasión, al monumento. Se había procedido a la limpieza de los escombros de la DANA. Ahora, nos elevamos espiritualmente ante el comienzo de las obras.
La custodia, administración y usufructo del monumento tiene responsables: Confederación Hidrográfica, Comunidad Autónoma y Ayuntamiento de Murcia. La competencia, en este caso, es un oxímoron de manual. En el paraje, ajenos a la asignación de competencias, gentes concitadas a la merendola, en cualquier domingo: el ambiente recuerda la economía de escala de los años 60 y 70 del siglo pasado y se percibe sosiego, con el personal disfrutando del espeso arbolado y la sombra que proporciona. Las mesas suelen estar repletas de ocupantes y las viandas son trasegadas en alegre comensalía. Contraparada es monumento histórico desde agosto de 2002, por decreto de la presidencia de la Comunidad Autónoma. Hay algo, probablemente intangible, que dignifica el monumento mientras se degrada. Si se pasea por el Puente de las Ovejas, que vincula las dos márgenes del río, y elevamos la mirada hacia el suroeste, el perfil del conjunto monumental está afeado por la ocupación del horizonte de un polígono industrial construido contra la lógica y la práctica de protección del paisaje.
Contraparada es un Aleph murciano. En un perfecto relato de Jorge Luis Borges ('El Aleph'), define este como «el lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos». Para llegar hasta él, Borges baja a un sótano oscuro, se coloca sobre una manta y, siguiendo instrucciones, deja que la oscuridad lo invada. Descubre un punto situado en el sótano, en un escalón: para observarlo hay que abandonarse, sin dejarse sucumbir por la duda o el miedo. Como en la primera película de la serie 'Men in Black', el universo está al alcance, en el collar de un gato. El universo murciano está en Contraparada. Ahí estuvo y está toda la posible sabiduría desplegada hace más de mil años: califas, matemáticos, jurisconsultos, físicos, astrónomos, meteorólogos, arquitectos, alarifes, todos los oficios que hicieron posible la decisión de hacerla construir. Vi todos los animales y plantas que nos han viajado, todas las aguas que nos han desbordado, todos los rebaños que han cruzado el río por el Cordel de los Valencianos, todos los tránsitos presentes y futuros. Vi a mis antepasados, a los labradores, a los regantes expertos en el manejo de la escasez del agua. Vi los juegos acuáticos de mi infancia, las aves migratorias, las mágicas lechuzas, las huidizas y secretas nutrias. Una esfera y un plano a la vez, un indicador de rutas hacia el este donde yace y crece nuestra ciudad.
¿Existe un Aleph en lo más íntimo de Contraparada? La primera letra del alfabeto de la lengua sagrada que incluye toda la modesta sabiduría humana. Parafraseando a Borges, creo que lo he visto cuando vi todo aquello que deseaba ver. Contraparada debe ser algo más de lo que es ahora. Un espacio destinado a la cultura y el conocimiento, un ágora de encuentro y solaz, un lugar donde sentirnos ligados a nuestra manera de ser, nuestra pequeña patria. No puede ser un enjambre de dudas a la hora de protegerlo, una fútil tela de araña de vanidades e incompetencias. Si es útil para el riego, que siga siéndolo; si es necesaria como idea simbólica de cultura y diversidad, extendamos su conocimiento, su capacidad hidraúlica, su tecnología punta y ecológica. Solo con la gravedad se construyen ciudades y sistemas de regadío. Debemos preservarla dentro de nuestra alma colectiva.