El Guerrero del Antifaz
El problema es la legión de seguidores que prefieren la promesa de un mundo mejor al que tenemos, ignorantes de cuanto pasó hace menos de un siglo
En tiempos del franquismo se fomentó la lectura de tebeos entre la infancia y la juventud. Sin meternos en honduras de calidades y otros matices, ... buena parte de mi generación se aficionó a la lectura a través de lo que hoy llamamos cómic, pero que siempre han sido tebeos. Esa combinación dibujo-texto abrió muchas puertas a la imaginación. España siguió la nueva moda del que llegó a llamarse Noveno Arte, imitando a creadores de la talla de Hal Foster ('El príncipe Valiente'), Alex Raymond ('Rip Kirby') o Ray Moore ('El hombre enmascarado').
En esa tendencia, se podría decir que los chicos de mi generación nos instruimos siguiendo las aventuras de 'El Guerrero del Antifaz', de 'Roberto Alcázar y Pedrín', y de 'Hazañas Bélicas', que no tenía héroe fijo pero que fue otro de los 'best-seller' del momento. Los críos nos los leíamos como si fueran películas. Eso, y el cine, eran las dos columnas en las que apoyábamos nuestro entretenimiento, no diré que nuestra educación sentimental, pero sí la humana. El Guerrero y Roberto Alcázar eran personajes sin dobleces, sin otra intención que vencer a los malos. Si el primero vivía más o menos atento al amor de Ana María, con sus escarceos con Zoraida o Aixa (siempre acciones secundarias), del segundo no se le conocían relaciones amorosas, por lo que algún malpensado vio en él un héroe de homosexualidad oculta. Siempre hay gente enrevesada. Muchos años después de aquella moda, los estudiosos del género nos descubrieron lo que había detrás de estos héroes.
Fíjense en su popularidad: el Guerrero del Antifaz estuvo en los kioscos 21 años (de 1944 a 1966), con 668 cuadernillos; mientras que Roberto Alcázar, nada menos que 35 (de 1940 a 1976), con 1.219 entregas. Ambos fueron producidos por la Editorial Valenciana, siendo sus creadores los dibujantes Gago y Vañó respectivamente; mucho menos brillantes que los viñetistas americanos, italianos o franceses, pero más populares. 'El Capitán Trueno' era otra cosa gracias al guionista Víctor Mora, y a los estupendos dibujos de Ambrós.
En los años sesenta, críticos del género y sociólogos vieron en el 'Guerrero' matices próximos a la ideología fascista del momento. Ese afán por luchar contra los moros (llamados también sarracenos, árabes, mahometanos o infieles) era motivo de alborozo en la muchachada. Hay que añadir que también aparecían mujeres ansiosas de libertad, de luchar por su destino. En cuanto a Roberto Alcázar, se vieron rasgos físicos próximos a José Antonio Primo de Rivera: complexión atlética, pelo negro engominado hacia atrás, rotundidad en sus decisiones. Aquí los malos son asesinos, ladrones, terroristas, científicos locos, con la curiosidad de que solían estar en paisajes extranjeros, no en España, como si la maldad estuviera en otra parte. También las 'Hazañas Bélicas', del gran dibujante Boixcar, sucedían lejos de aquí: en las estepas rusas, en el frente francés, en las selvas del Asia Oriental, mostrando una cierta simpatía hacia los perdedores, es decir, los alemanes, aunque no pocas veces los héroes eran ingleses o americanos.
La razón por la que evoco hoy los tebeos de mi juventud no es otra que la proximidad que intuyo con ciertas doctrinas ultraconservadoras. Tanta que, cuando oigo hablar a sus representantes, cuando los veo pedir la expulsión de todo musulmán que pulula por nuestras calles, cuando aprecio su satisfacción con que nuestra región sea la primera en cerrar centros de acogida de niños africanos, no tengo por menos que acordarme del Guerrero del Antifaz, cuya lucha, situada en tiempos de los Reyes Católicos, tiene, al menos para mí, el exotismo del paisaje antiguo, la magia de seres inverosímiles, la coyuntura de una ideología de otro tiempo. Cuando lees o ves las declaraciones de los nuevos guerreros del antifaz, se te revuelve el estómago. Afirmar que no pararán hasta echar a todos los infieles que quitan el pan a los españoles (Lamine Yamal a la cabeza de multitud de trabajadores, operarios del campo, peones, jornaleros) es tan absurdo como decir que todos los moros son violadores en potencia. ¡Dios Santo! Pero el problema no es que haya dos locos que se lo crean; con su pan se lo coman. El problema es la legión de seguidores que prefieren la promesa de un mundo mejor al que tenemos, ignorantes de cuanto pasó hace menos de un siglo con el nazismo, el fascismo y el franquismo. Les da igual. Lo mismo niegan el cambio climático que el orden constitucional. Cualquier tiempo pasado nunca fue mejor.
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