Un estudio de estos días habla de 'la paradoja del abstemio': cómo gente que no bebe suele tener una salud más mellada y morir antes ... que el bebedor moderado. Si bien me da que es un poco engañoso, una cosa está clara: es el estudio soñado por todos los bebedores moderados. Nos encanta. Sabemos que beber es malo, aunque sea una cerveza, pero nos gusta tener un asidero aunque sea ficticio para que no lo parezca. Y es que los que amamos el vino siempre estamos esperando el estudio definitivo, ese que diga que beber algo de vino es bueno y beber mucho, claro, es mejor. Como eso no va a suceder, nos hacemos los contentadizos con estos pequeños triunfos, por pigmeicos que sean.
Son las paradojas del vino, sí. La última se la leo a José Peñín y es curiosa. Él, considerado el Robert Parker español, alguien que lleva medio siglo probando vinos, asegura que en realidad era abstemio, de modo que fue catador antes que bebedor. Qué cosas. Todo un personaje. Cuenta Peñín que le compraba el tabaco a Sara Montiel cuando grababa 'Mi último tango' y que fue el fundador de la primera agencia de vinos en España. De él he sabido que la primera impresión es lo que cuenta. Dice que aprendió de Parker a catar rápido. Cataba 120 vinos al día, pero no se ponía a teorizar, darles vueltas y buscar adjetivos campanudos por una razón: «Al final, la primera impresión es siempre la que permanecía». Una lección báquica y quizá, por qué no, de vida.
Y es que el vino es todo un mundo. Para bien o para mal, ha timoneado mis vacaciones este año. He estado en Menorca, donde descuellan pequeñas bodegas tamaño salón y restaurantes que ofrecen buenos vinos por copas, algo que en Murcia venía faltando y se empieza a remediar en los últimos años con apuestas como la de Por Herencia, Pura Cepa y Joan Belda. A su nueva serie de catas me dirijo, ya en Murcia, apadrinada por Blas Cerón, el amo del cotarro. En sus barbas han aprendido muchos de los sumilleres de la Región. Tiene dos cosas: le apasiona lo que hace y sabe transmitirlo con sencillez, sin esnobismos. Una cata auspiciada por él suele ser esdrújula y esta no falla: hay vinos esplendorosos, todos syrah, algunos pasan de 100, 200 y hasta de 400 euros. Sí, recuerdo lo que dice el estudio, pero a la tercera copa lo sé: esta no será una noche para la moderación.
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