El tanque de las tormentas

CAYETANO PELÁEZ

Miércoles, 5 de noviembre 2025, 23:54

Hay un pequeño parque en Santiago de la Ribera, en la calle Onésimo Redondo –ahora Teniente General Sánchez Ortega por la Ley de Memoria Histórica–, ... que 'gime' a ratos porque lo están dejando sin árboles. Ese parque, con abundantes pinos carrascos, fue elegido para albergar en sus entrañas un tanque de las tormentas construido para almacenar el agua en situaciones de precipitaciones extremas, como las danas, aunque se ha demostrado su inutilidad. En la reciente dana, las tapas saltaron por los aires y el agua salía a borbotones. Ahora está lleno de barro y agua.

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Un día de hace años vinieron con potentes motosierras y se quedaron solos cortando árboles para hacer el agujero del tanque. En este asesinato vegetal, punible, murieron por lo menos 40 árboles de gran porte: pinos carrascos, plataneras, álamos blancos –protegidos por la ley–, palmeras y moreras. Un servidor de ustedes consiguió salvar de la tala el único álamo blanco del parque. A su lado descansa fúnebremente vegetal, el tocón de un ejemplar grandioso talado por entorpecer la circulación rodada por la calle, cosa que no era cierta.

Hablé con un hombre muy mayor, un jardinero que había trabajado en la plantación de los árboles de este parque, y me dijo hace unos ocho años que él había estado trabajando cuando plantaron los pinos, de lo que deduzco, que esos árboles deben tener en la actualidad, por lo menos, 75 años.

Cada vez hay menos árboles, y lo peor es que, hasta la fecha, no han repuesto los caídos. Yo hace poco aproveché el hueco dejado por uno muerto y sembré allí un ciprés, que, hasta la actualidad, va creciendo a su aire, y al que le suministro agua de vez en cuando. Otros intentos de que cuajen los árboles sembrados han fracasado por la abundancia de perros que pululan por el parque y que los dueños sacan para hacer sus necesidades.

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Con la última dana, la naturaleza se llevó por delante tres pinos, uno casi centenario de gran porte y grueso tronco y dos más pequeños. Sobre el suelo se ven los tocones de los cercenados y de los que lo fueron anteriormente, pero parece ser que no hay mucha gana de repoblar el parque.

Muy cerca al parque, en una casa de la avenida de Loreto, se cometió con total impunidad la tala de un corpulento pino carrasco con un siglo de vida. Una mañana, los dueños, de origen del norte de Europa, llamaron a los taladores y lo cercenaron, quedando hoy en la actualidad el tocón de lo que había sido el decano de todos los carrascos de la zona.

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Paseando por el Paseo de la Ribera me he llevado la gran sorpresa de que están plantado en los huecos de los árboles muertos nuevos ejemplares que crecen bien en las proximidades del Mar Menor, y a los que no les asusta beber agua de dicho mar. ¡Qué pena que en la fosa donde han plantado un árbol no hayan puesto uno de su misma especie: el árbol orquídea! Ahora, el único que queda de ellos, ¡se sentirá solo sin sus 'hermanos' que se fueron por desidia!

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