Cuidar suele verse como una de las más nobles misiones de la humanidad. Sin contradecir la aspiración moral a la que anima dicha afirmación, debo ... señalar mi relativo desacuerdo con este enunciado, por injusto. Con los años, y empujados por determinados intereses más crematísticos que morales, se ha investido eso que hemos convenido en denominar en general como 'cuidar' de un aura de nobleza y trascendencia por parte de aquellos que lo realizan que en ocasiones más que servir de estímulo dibuja un escenario muy irreal, si lo comparamos con lo que viven cada día decenas de miles de cuidadores. Para unos es simplemente eso, vivir, desde luego, pero para otros muchos más que vivir es simplemente resignarse. Lógicamente, cuando hablo de cuidadores no me estoy refiriendo aquí a los miles de personas que a cambio de un salario realizan un trabajo muy digno, aunque sea en la casa, sino a los familiares.
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Solemos confundir cuidar con el simple acompañamiento personal, estar allí junto a la persona que necesita de dichos cuidados. Hablemos un poco de las distintas maneras en las que cuidar ya no es vivir, sino casi morir de resignación.
La inmensa mayoría de cuidadores son mujeres, hijas y nueras, sobre todo, aunque haya más hermanos y un marido e hijos. Por un lado, tienen la presión social de tener que ser buenas y productivas en su trabajo fuera de casa, porque por lo visto la sociedad le ha regalado este avance, pero sin la más mínima señal de la tan manida como irreal conciliación familiar. Por otro lado, tienen la presión social de tener que seguir siendo buenas madres, esposas, e hijas y todo ello sin rechistar, porque a ver qué buena madre, hija o esposa se queja del regalo de serlo. Y, además, cuando una persona mayor de la familia necesita cuidados ellas son las que por lo visto «más preparadas» están, por tradición, porque a ver que buena hija lleva a su madre con Alzheimer a un centro de esos donde al parecer aparcan a los viejos que nadie quiere. Y claro, con estos estigmas encima a ver quien es la valiente que puede pegar ojo repasando la agenda del trabajo, de los niños y de la mamá enferma. Al final muchas deben renunciar a alguna esfera en su vida para salvar como puedan el resto. Cuidar o su familia. Cuidar o su trabajo. Casi siempre, cuidar y ni trabajo ni familia. Para ellas la sociedad solo les procura antidepresivos y ansiolíticos.
También están los cuidadores varones, maridos e hijos, paradójicamente marginados en las conversaciones sobre las dificultades del cuidar, excluidos incluso de las reivindicaciones de las cuidadoras femeninas solo por ser masculinos. Cada día veo en la consulta a hombres que sufren el peso moral de tener que hacerlo todo doblemente perfecto. Por un lado, porque quieren que su familiar esté bien atendido, y por otro, para evitar las duras críticas lapidarias arrojadas por esta sociedad tan hipócrita que está deseando que aparezcan dificultades para decir «¿lo ves? te lo dije, los hombres no sabéis de cuidar».
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Además, están los cuidadores mayores, muy invisibilizados todavía. Cuidan cada día de sus cónyuges enfermos o incluso de sus hijos, sin ninguna ayuda externa. Hijos que en ocasiones tienen una discapacidad física o intelectual tal que exige un nivel de cuidados muy importante. También hijos que después de separarse vuelven a la casa de los progenitores, a veces también con sus propios hijos, pero solo en régimen de alojamiento y pensión completa. Y hasta hijos que sufren adicciones cuya evolución infringe en los padres mayores, además de la necesidad de ser cuidados por su enfermedad, una carga extra de sufrimiento al ser víctimas de maltrato psicológico y en ocasiones incluso de tipo físico. Padres y madres con tasas cada vez más altas de depresión.
Ya podemos intuir que el día anual dedicado al cuidador no es algo para celebrar, así de manera general. Es un día donde muchos de ellos comprueban como la sociedad en la que participan y contribuyen nos les cuida, al menos como ellos lo hacen con sus seres queridos. Ha quedado demostrado que aquel lema de 'cuidar al cuidador', tan utilizado durante los primeros años de este siglo, ha quedado obsoleto por ineficaz.
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