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Cajas de ahorro, fondos y gestión cultural

Miércoles, 22 de julio 2020, 00:47

La disolución de las cajas de ahorro, antaño claves en el desarrollo económico del país, hogaño piedras de toque de la última crisis financiera, crisis que conllevó la fusión, privatización y disolución de unas entidades que, a través de sus obras sociales, habían sido claves en el desarrollo cultural, proveyendo dinero para la publicación de textos, sustentando convenios, financiando congresos, dando una vuelta a la vida cultural de la Región con más visión, en ocasiones, que las políticas culturales regionales que, en ocasiones, parecieran solo centrarse en la capital dejando al margen la Región.

Tras la disolución de la Caja de Ahorros del Mediterráneo, el Banco Sabadell adquirió un banco, no una obra social que, tras diversos avatares que quedan reflejados en los periódicos, quedó acomodada en una nueva fundación, la Fundación CAM que, controlada por la Generalitat, mantiene por su debida bicefalia regional importantes aulas de cultura, bibliotecas y fondos documentales en la Región: el Sánchez Maurandi en Mula, donde he pasado importantes ratos; el Fondo Espín, que conserva importante documentación clave para temas murcianos que tantos investigadores han usado y que ahora permanece cerrado, y la Biblioteca San Isidoro en Cartagena, por poner algunos ejemplos.

A la fundación, sin embargo, le pasó y le pasa como a esos viejos aristócratas que tienen muchas propiedades, poca liquidez y muchas deudas, por lo que para mantenerse tiene que encontrar financiación a través del pasivo: arrendándolo o firmando convenios con los ayuntamientos donde tiene sus sedes que tienen un alto valor por su centralidad, por sus equipamientos y por el patrimonio que en ellos se contienen.

Con la disolución de la CAM, aquellos centros que tenían una visión apegada al terreno murciano quedaron bajo un patronato dirigido desde Valencia. Tengo la corazonada de que en la CARM nadie pensó en tener representación en el patronato o, si lo pensaron, les dio canguelo al mirar la realidad de las cuentas públicas murcianas. Para entonces, la crisis había roto el espejo haciendo aflorar una nefasta gestión basada en aceptar transferencias por menos de su valor. No sabemos si para poder colocar gente, al tiempo que sus déficits eran cubiertos por unos ingresos que la crisis se llevó anclando a Murcia en un déficit estructural. Un déficit que parece no molestar a nuestros políticos, que continúan reduciendo los ingresos, bajando impuestos, para mantener los votos, supongo que esperando que ya llegará España a salvarles de nuestra ruina económica mientras se quejan de que nuestro Gobierno español les maltrata –de qué me sonará esto–.

Es muy probable que por esta razón, pero sobre todo por miedo, dados los diversos avatares judiciales de la obra social y su transformación en fundación, la CARM no quisiera solicitar un puesto en el patronato de la fundación. Ahora bien, no tener un puesto no significa ayudar a negociar ciertas cuestiones que son claves pues la documentación y lugares gestionados por esta fundación en la Región de Murcia son centrales para el conocimiento de nuestra historia. Así, el Gobierno regional debería actuar para asegurar el acceso al mismo apoyando a los ayuntamientos, bien con dinero, bien con personal de sus archivos para que esos fondos, como el del fondo Espín de Lorca, estuvieran accesibles.

Es por ello que debería haber alguien desde el Gobierno regional que pensara en cómo ayudar a los ayuntamientos a gestionar los convenios para mantener estos centros. Quizás vas siendo hora de generar con ellos una política cultura regional articulando una planificación adecuada, algo que se pareciera a un plan cultural, que permitiera mantener las bibliotecas, los archivos y la documentación que es patrimonio para los murcianos. Es quizás hora de pensar en Región, no en capitalidades.

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