La caca de Putin
PARALELO 37 ·
Cada vez que sale de su país, el mandatario ruso defeca en su propio váterTan pronto dispara a un tigre como caza un oso o recorre medio en pelotas las heladas estepas siberianas a lomos de su reluciente y ... veloz purasangre. Cinturón negro de judo, conduce coches de Fórmula 1, se baña con extractos de asta de ciervo para estar más joven y pilota aviones de combate. Dicen que es suyo un palacio a orillas del Mar Negro valorado en más de 1.300 millones de dólares y treinta y nueve veces el tamaño de Mónaco. El presidente más macho, más extravagante y más odiado del planeta Tierra, al que le sobra testosterona y le faltan un par de guantazos bien dados, se llama Vladímir Vladímirovich Putin y trata, además, sus excrementos como si fueran secreto de Estado. Por favor, sigan leyendo, la historia tiene guasa.
Según una información publicada hace tan solo unos días en Francia por 'Paris Match', cada vez que sale de su país el mandatario ruso defeca en su propio váter y obliga a sus guardaespaldas del Servicio de Protección Federal a recoger la caca y empaquetarla en bolsas especiales. Qué humillación y qué asco. Tras viajar hasta Rusia en avión privado y con un esquema de estricta vigilancia, las deposiciones presidenciales son destruidas para evitar que caigan en manos enemigas, porque no es ningún secreto que una cagarruta bien analizada puede descifrar el ADN de una persona, averiguar posibles enfermedades y taras hereditarias, si está enferma y qué medicamentos toma, además de ayudar a la búsqueda de hijos ilegítimos o parientes lejanos.
Parece que fue Stalin el que puso de moda este repugnante espionaje cuando ordenó instalar unos baños especiales conectados a unas cajas secretas en el hotel de Moscú en el que dormía Mao Zedong con el que se decidió a firmar un acuerdo tras examinar con lupa sus heces y comprobar que todo estaba en orden. En 1964 fue el servicio secreto danés el que robó las restos fecales del entonces líder de la poderosa Unión Soviética, Nikita Kruschev, cuando se encontraba de visita oficial en Copenhague y del que se sospechaba estaba para el arrastre. Un fontanero trucó las tuberías de una de las suites del hotel Royal, pero de poco sirvió la operación secreta: el presidente que plantó los misiles nucleares en Cuba fue destituido tan solo dieciséis meses después y no por cuestiones de salud, ya que sus defecaciones dejaron claro que tanto su estado físico como mental eran más propios de un joven que no de un setentón calvo.
Por cierto, ¿alguien sabe dónde comprar un paquete de rollos de papel higiénico con el rostro de Putin? Lo he visto por redes y limpiarse con él debe ser una experiencia memorable.
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