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Fotografía: Pepe H | Tipografía: Nacho Rodríguez
Bosé, Rato, Hacienda

Bosé, Rato, Hacienda

Una palabra tuya ·

El cantante y el exministro ocupan un lugar destacado en la nueva lista de morosos que ha hecho pública la Agencia Tributaria

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Lunes, 2 de julio 2018

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Pero vamos a ver, Miguel Bosé, ¿nos podrías explicar, y no me vengas ahora con que tú serás el viento que va y que navegarás por mi oscuridad, porque en estos momentos no estoy para tonterías, a qué ha venido esto de defraudar a Hacienda a base de bien, con lo estupendo que te pones a la hora de hablar de la honradez, el compromiso, el patriotismo bien entendido y los deberes que como ciudadanos tenemos todos? Y me da absolutamente lo mismo, insisto, que quieras ser mi amante bandido, corazón, corazón, malherido, o que te vayas a operar de cataratas, porque tu nombre destaca, por méritos propios, hay que reconocerlo, en la nueva lista de morosos que ha hecho pública la Agencia Tributaria, a la que le debes, porque tú lo vales, la friolera de 1.869.096 euros bien pesados. Miguel, hijo de Lucía y de Luis Miguel, vale que un descuido de a lo mejor unos cientos de euros lo tiene cualquiera, pero es que tu ingreso en el listado de ciudadanos que son una vergüenza y un fraude, dicho con toda propiedad, ha sido por la puerta grande.

Eso sí, ahí tengo que darte la razón: en este trance sonrojante no estás solo, porque el rosario de personas físicas o jurídicas que adeudan más de un millón de euros al erario público da para pasar mucha vergüenza ajena y, también, para que te lleven los demonios solo de pensar lo sinvergüenzas -algunos 'finísimos', cierto- que sois. Me dirás que también aparecen Rodrigo Rato y el futbolista éste, Dani Alves, pero es que ya sabemos todos que el exministro de Aznar no puede pasar prácticamente ni un día sin protagonizar alguna noticia escandalosa; y en cuanto a lo de los futbolistas de élite, pues qué quieres que te diga, que mucha caña al mono y a no pasarles ni media. Pero es que tú ibas de ejemplo a seguir, azote de corruptos, mano siempre solidaria, espíritu sin adulterar, defensor de causas justas...; vamos, que lo único que no eras, de momento, es el calvo de la Lotería. No hace muchísimo nos dijiste: «El primer encabezado [de nuestra Constitución] debería decir: 'El dinero público es sagrado. Quien lo toque o se lo lleve, lo devuelva con multa, cárcel y exclusión de profesión'».

Ay, esta fantasía hispana de que Hacienda somos todos que se lo cuenten, para que se les descuelguen las molares de la risa floja que les entra por el bolsillo feliz y les sale por el dinero negro que ya no saben en qué estupidez gastarse, a todos esos conocidos nuestros, e incluso a algunos amigos, que se pasan el día cogiendo los billetes al vuelo de todo prójimo que se les venga encima y que, después y tan ricamente, pagan una más o menos insignificancia a Hacienda. Y no solo se quedan tan tranquilos, sino que no vean ustedes el tiempo que invierten en imaginar mil y una nuevas formas más de pagar todavía menos y menos, que le han tomado el gusto a la tomadura de pelo social, política e incluso divina que es el hecho de que aquí, en España/cañí, los únicos tontos de baba que nos rascamos el bolsillo tieso somos los pobres de espíritu que vivimos pegados a la mascarilla de oxígeno de nuestras nóminas. ¡Y agradecidos, porque son legión los que ni la tienen, ni la esperan!

Eso de que Hacienda somos todos que se lo pregunten a los que están forrados, pero lo quieren estar más todavía, o a tantísimo personal que va por libre en sus consultas y sedes de negocio: dentistas, psicólogos, asesores fiscales, fisioterapeutas, sanadores de todo pelaje, podólogos, médicos especialistas cualesquiera, esteticistas de cuerpo y pelo(s), abogados, ladrones de joyas, embalsamadores de cadáveres...; tipos y señoras que se dedican a clavarte vivo muy cortésmente. Sí, que se lo pregunten a tanto listo, incluso delante de sus letrados o de la Guardia Civil, que ya verán como no hay quien les cambie la cara de no haber roto un plato -de porcelana de Limoges, que es la más cara que han encontrado algunos para colocar el pincho de tortilla-. Desde luego, desde luego -así empieza un poema excelente de David Gascoyne-, por este camino no llegamos a Roma, ni sostenemos el Estado de bienestar con esta Hacienda.

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