Bienvenido Mr. 2050
Sorprende que tanta gente haya ridiculizado el informe oficial que plantea algunos de los retos que España ha de afrontar durante los próximos 30 años
Así, en general, en España vivimos mejor que hace cuarenta, treinta o veinte años. Los ingresos han aumentado, trabajamos muchas más personas, el estado del ... bienestar ha seguido desarrollándose, los derechos sociales han avanzado y la brecha de género se ha reducido. En conjunto hay motivos para una satisfacción contenida.
Si entramos en detalles, sin embargo, hay políticas que necesitan replantearse a fondo y con perspectiva, bien porque no han sido capaces de resolver algunos problemas, bien porque el mundo ha cambiado y necesitamos hacer las cosas de otra manera para seguir progresando.
El primer cambio está ligado a la dinámica de la población. La mejora de bienestar de las últimas décadas se ha apoyado en una demografía muy favorable: el peso de la población en edad de trabajar ha crecido, la participación de la mujer en el mercado laboral ha subido (estamos por encima de la media de la Unión Europea) y hemos recibido a inmigrantes jóvenes. Con todo, la proporción de trabajadores en la población ha aumentado y eso es estupendo. Más gente trabajando significa más prosperidad y permite financiar un estado del bienestar sólido. El problema es que esa dinámica se agota y pronto va a jugar en contra: la población envejece, el gran salto en la incorporación de la mujer al mundo laboral queda atrás y no será fácil asimilar un aumento de inmigración como el de las últimas décadas. Tendremos que crecer de otra manera.
Algo habrá que hacer con nuestro mercado laboral, sin igual en Europa desde hace 40 años a la hora de generar paro
No hay muchas opciones. La mejor alternativa es elevar la productividad, ser más eficaces en nuestro trabajo. Hacer más y, sobre todo, mejores cosas, justo lo que no hemos hecho, o no de forma suficiente, en las últimas décadas. ¿Por qué? Seguramente porque tenemos una de las tasas más altas de abandono escolar de la Unión Europea, unos resultados académicos modestos según el informe Pisa, el más influyente sobre el estado de la educación secundaria, una estructura empresarial en la que dominan las empresas muy pequeñas y una inversión en investigación, desarrollo e innovación muy baja. Algo habrá que hacer.
El segundo cambio tiene que ver con el clima. El modelo de crecimiento de las últimas décadas ha sido desconsiderado con el medio ambiente y la biodiversidad y, en consecuencia, es insostenible. Eso significa que hay que hacer un gran esfuerzo de transición que afecta a casi todo. Miren a su alrededor: fertilizantes, industria petroquímica, refrigeración, construcción, turismo, etc. Surgirán oportunidades de trabajo e iniciativas empresariales nuevas, pero el esfuerzo de transformación va a ser enorme. Muchos trabajadores tendrán que adquirir nuevas habilidades, los bancos aprender a financiar actividades diferentes, ideas intangibles, y muchas empresas habrán de cambiar de arriba abajo.
Un tercer cambio o desafío está ligado a la desigual distribución de la renta, que no se ha reducido en las últimas décadas y se mantiene claramente por encima de la Unión Europea. El gap más evidente, no el único, se refiere a la brecha generacional como muestran el desempleo juvenil o el hecho de que dos de cada tres jóvenes de 25 a 29 años vivan hoy con sus padres cuando hace quince años 'solo' lo hacía la mitad. Algo habrá que hacer con nuestro mercado laboral, sin igual en Europa desde hace cuarenta años a la hora de generar paro. Y con la enseñanza, si como dice Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE y creador del informe Pisa, «la educación en España prepara a los alumnos para un mundo que ya no existe».
La experiencia muestra que los problemas económicos y sociales no se resuelven de un día para otro, ni siquiera de una década para otra, y menos cuando estamos inmersos en un cambio vertiginoso. Tenemos que saber dónde queremos ir, con qué contamos, qué necesitamos y en qué mundo nos movemos.
Por eso, sorprende que tanta gente haya ridiculizado el informe oficial España 2050, presentado hace unas semanas, que plantea precisamente, con el apoyo de cien expertos, algunos de los retos que España ha de afrontar durante los próximos treinta años. Son nueve y tienen que ver con la productividad, la educación, la formación, el cambio climático, el futuro del estado del bienestar, el equilibrio territorial, el mercado laboral, la desigualdad y el bienestar general.
Por supuesto que es discutible si ese Plan debe ser responsabilidad de alguna comisión del Parlamento en lugar de un departamento del Gobierno para lograr que sea un plan de país. O si los desafíos y respuestas que propone son apropiados. O si deberían plantearse otros de ámbito más europeo, que también es política nacional. Despachar el Plan porque el 2050 está lejos es una insensatez.
Al parecer en próximos meses el documento España 2050 recogerá aportaciones de empresas y se discutirá con las comunidades autónomas y en el Parlamento. Mejorémoslo si somos capaces, pero que no acabe en un cajón. Sin mapa, sin brújula y sin saber qué rumbo fijar no iremos muy lejos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión