Un bien único de la humanidad
Dada la complejidad de los problemas que afectan al Mar Menor, no basta con sobrevolar la zona en helicóptero y prometer ayudas
El Mar Menor dista unos 470 km de Madrid. En 1960 ir a Cabo de Palos era una odisea de casi seis horas, por N-4 o N-3, por Albacete, carretera de doble sentido, y siete pasos a nivel ferroviarios. En el anochecer del 11 de enero de 1963, una gran nevada bloquea en la ciudad manchega una caravana de vehículos en la que el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, viajaba a conocer La Manga y se decide que un solo automóvil, ocupado por él y Tomás Maestre, promotor, continúe viaje. Amanece en Los Nietos y desayunaron porque quedaba una hora de trayecto. Así comenzó a desarrollarse el anárquico 'boom' urbanístico al que se ha llegado allí y en Los Alcázares, desde 1983 (como municipio, segregado de Torre Pacheco y San Javier) llegando a la osadía y temeridad de situar su recinto de festejos en la Rambla de la Maraña, que llega desde Balsicas para desembocar.
En diversa proporción la burbuja del urbanismo ha estado en todo el entorno marmenorense y proliferando puertos. En 1983, el departamento de Costas reconstruyó el puerto de Los Nietos, cien metros mar adentro y una pasarela flotante que permitía la circulación del agua, pero esta no se movió y allí continúa la célebre 'sopa verde'.
Los Nietos es quizá donde menos se ha especulado urbanísticamente. Tras concluir la Guerra Civil, un grupo de médicos famosos, desterrados de Madrid, se establecieron en la Región de Murcia, que era endémica de poliomielitis, y recomendaron a estos enfermos, como terapia paliativa, bañarse en estas aguas porque eran las que contenían mayor densidad de yodo y otros minerales beneficiosos para los huesos (la vacuna antipolio, de los doctores Salk y Sabín, no llegó a España hasta los años 60).
De los dos núcleos de Los Nietos, los edificados junto a la orilla fueron los más dañados en septiembre de 2019 porque están abrazados por dos ramblas que se desbordaron. En su parte oriental, la que desemboca en su paraje Lengua de la Vaca, procedente de Los Belones; y en su occidente desemboca en el humeral Lo Poyo –la de mayor caudal y recorrido–, que desciende desde La Unión, lame el monasterio de San Ginés de la Jara y concluye en el mar entre el sur de Los Urrutias y la urbanización La Perla. Allí fangos y lodos originan zonas semipantanosas, dado que desagua también cerca la célebre rambla del Albujón (se acertó al prohibir que en Lo Poyo prosperara el urbanismo, al igual que se impidió construir el Puerto Mayor en el Estacio).
Estas tres ramblas, como la que atraviesa Los Alcázares y otras, precisan de infraestructuras que las canalicen, las conduzcan a embalses y no desagüen en el Mar Menor. Igualmente se necesita la construcción de un gran colector (o varios intercomunicados) que, desde San Pedro del Pinatar, baje por el extremo oeste de todas las vertientes al Mar Menor: San Javier, Los Alcázares, Torre Pacheco y Cartagena, para recoger las aguas pluviales y conducirlas a embalses donde depurarlas para usos auxiliares, como servicios veraniegos de playas, jardinerías o saneamiento, en una segunda conducción distinta de la potable.
La diversa y polivalente Región de Murcia, a pocos metros de sus riberas marmenorenses, al sur de Los Belones, tiene un ejemplo fehaciente para fomentar el turismo sostenible. Camino de Portmán, en la sierra de La Fausilla, que comunica con el Mediterráneo, desde 1972 se asentó el complejo La Manga Club Resort, con instalaciones para actos multidisciplinares, además de 4 campos de golf, con 54 hoyos; 28 pistas de tenis, y 8 campos de fútbol, donde, desde diciembre a febrero, vienen a invernar las selecciones y equipos de los países nórdicos, en esas fechas cubiertos de nieve.
En el entorno de todo el Mar Menor es necesario, para sanearlo, prohibir durante cinco años, nuevas construcciones. Solo permitir reparar las antiguas. Hay que censar la totalidad de los inicios de aguas fecales y conducirlas, obligadamente, a depuradoras. No puede existir ni un solo 'emisario'.
Dada la complejidad de los muchos aspectos y problemas que afectan al Mar Menor, no basta con sobrevolar la zona en helicóptero y prometer ayudas. El actual Gobierno de España, y los que le sucedan, tienen la obligación ineludible de implicarse en él, acometer todas las infraestructuras que le sean necesarias para conservarlo por ser un bien único de la humanidad. No es suficiente que el gobierno regional se esfuerce en legislar, porque por sí solo, no tendrá capacidad, ni medios suficientes para afrontar cuanto se precisa. Es imprescindible crear, a nivel nacional, una consejería o ente exclusivo para él; dado el complejo organigrama del nuevo Gobierno español, varios ministerios afectarían al Mar Menor; desde una vicepresidencia hasta organismos en distintos departamentos.
Hay labor para años, como dijo Indalecio Prieto, en Alicante en el año 1933, y todavía está sin resolver. Además hay que implicar a la Comunidad Europea, porque para algo formamos parte de ella. Si no se hace así, el Mar Menor no se salvará.