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La bestia parda

ALGO QUE DECIR ·

Han sido unos días para la reflexión y para el miedo, porque ambos son precisos en el ejercicio del buen gobierno, del poder y de la soberanía popular

Miércoles, 20 de enero 2021, 02:08

Todavía no he reaccionado a la noticia como es debido y, si me paro a pensarlo, no me la creo del todo, como si lo hubiera visto en una de esas películas de tono apocalíptico en las que un país con una sociedad modélica corre por unas horas el peligro de irse al traste o como si se tratara de aquel mítico programa emitido en 1938 en el que Orson Welles radiaba una adaptación de 'La guerra de los mundos' en el día de Halloween y generaba una verdadera jornada de pánico social.

Pero la noticia ha sido clara y veraz por desgracia: seguidores del presidente de EE UU, Donald Trump, asaltan el Capitolio, en Washington DC, el pasado 6 de enero, una turba de fanáticos decidida a imponer su voluntad tras las elecciones presidenciales que daban como ganador al demócrata Joe Biden y ponían punto final a esta pesadilla en la que hemos vivido los últimos años, pues lo que sucede en América sucede en el mundo entero. Y mientras tanto Trump no solo no impedía este desastre ni se manifestaba claramente contra él, sino más bien todo lo contrario, porfiaba en su resistencia, de algún modo cerril, para no levantarse del todo de su sillón presidencial, aunque el mundo estaba enterado de que el plazo se le acababa el día 20 del mes de enero. De este desaguisado incalificable hubo cinco muertos. Si nos paramos a pensarlo, fue un verdadero golpe de Estado que no tuvo éxito, pero que nos los puso en la misma garganta, porque estamos hablando del hombre más poderoso del universo, del que tiene acceso a la hecatombe nuclear, pero también del que ha protagonizado los episodios más vergonzantes, ha tenido las ocurrencias más chuscas y ha hecho las declaraciones más desafortunadas y esperpénticas que jamás le oímos a un mandatario de su categoría, desde aquel axioma sandunguero y denigrante de que todos los mexicanos son violadores y de que levantaría un muro entre ese país y el suyo, que por supuesto pagaría la nación vecina, la prohibición de los musulmanes en suelo americano y el aserto de que a las mujeres, en el fondo, les gusta el burka, la incertidumbre ante la posibilidad de lanzar una bomba atómica, la prioridad de cerrar las fronteras y echar a los inmigrantes, la certeza de que el cambio climático es un truco de China, de que Hillary y Obama crearon el ISIS y de otras tantas y tantas infinitas sandeces tan peligrosas como disparatadas e insólitas que nos han tenido con el alma en vilo durante este último mandato, aunque el final del mismo ha sido tan inusitado como explosivo.

Era la primera vez que un presidente perdía las elecciones y se resistía a reconocerlo hasta el punto de pedir tácitamente la ayuda de sus enloquecidos seguidores para perpetuarse en el cargo, acudir a los tribunales, agotar todos los plazos y terminar yéndose con el rabo entre las patas aun de mal grado. Pero quedan todavía unos días hasta que se haga efectivo su cargo y aún podrían haber ocurrido algunos desmanes políticos, aunque debo reconocer que el sistema ha funcionado, se ha aprobado en el congreso el 'impeachment', es decir, el proceso de destitución del presidente, creado para estas situaciones enloquecidas y fuera de lugar y la bestia se ha largado con viento fresco, tal vez enfurecida por el collejazo democrático que le han asestado desde todos los frentes, por el estrepitoso fracaso de sus planes y por el mal nombre que deja en la historia de los presidentes americanos, un horror que de vez en cuando se le escapa a la democracia, como sucedió con Hitler, y que por fortuna no ha triunfado en este caso.

La bestia se ha largado con viento fresco, tal vez enfurecida por el collejazo democrático que le han asestado

Aun así han sido unos días para la reflexión y para el miedo, porque ambos son precisos en el ejercicio del buen gobierno, del poder y de la soberanía popular. Una vacuna que, quizás, nos inmunice durante un tiempo contra las aventuras populistas y las arrogancias de las democracias en apariencia maduras.

A ver cuánto dura esta vez.

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