En días como estos
Lo que la gente celebra en un miércoles normal es el hecho de la vida misma, el hecho de estar vivos
Paseo por el centro de la ciudad. Es un día soleado después de unos días de ligera lluvia y de tiempo incierto. Todas las terrazas ... de cafeterías o restaurantes están llenas de gente bulliciosa que parece alegre y divertida. No es un sábado ni un viernes, es un día normal, de mitad de semana. Ha habido días atrás puentes festivos y fiestas o ferias locales. Mi primera meditación al ver esos ambientes de cervezas y aperitivos es de extrañeza, claro. Uno piensa en lo tópico: si hay crisis, si la gente, en general, cobra salarios más bien liliputienses, si muchos apenas llegan a fin de mes o tienen problemas para pagar un alquiler...
O sea, me refiero a todo eso de lo que se habla, incluso dramáticamente, en estos días. Pero más allá de la extrañeza sociológica, no expreso ninguna crítica. Al contrario, mientras camino me alegro con esas gentes que celebran, pero no ninguna fiesta concreta o un cumpleaños o una despedida de soltero o soltera. Esas son cosas comunes, celebraciones especialmente ruidosas. Pero hoy no, yo creo que lo que la gente celebra en un miércoles normal es el hecho de la vida misma, el hecho de estar vivos. En días como estos.
Pasear y observar es una tarea recomendable y reconfortante. La mañana luminosa reconcilia con la vida, pese a todo, pese a sus miserias, pese a las urgencias de las economías, sobre todo las domésticas. Entiendo que para algunas personas, por distintas razones, la vida es un valle de lágrimas, pero un valle que no hay que aceptar, como recomendaba la religión, sino al contrario, hay que intentar mejorar ese valle tenebroso. Pero mientras se está en el tiempo tenemos la joya de la vida. Lo extraño, lo raro, es existir. Lo sorprendente es que haya cosas cuando es más fácil que no haya nada.
En días como estos uno se agarra todavía a la esperanza de sobrevivir, de estar aquí algún tiempo más, de amanecer aún otra mañana, de pasear otro mediodía, de abrazar un nuevo atardecer rojizo. La cicatriz profunda de la memoria acumula los recuerdos, el tiempo vivido, pero no hay nostalgia, si acaso una leve melancolía. En días como estos. Y aún el gozo del tiempo que nos quede. Después, nada se sabe. La gran tragedia de la muerte ya no es tragedia, es solo olvido. Olvido eterno en otros días como este.
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