El tío Antonete, líder huertano
La frustración social y política produjo la férrea conversión de Gálvez al movimiento cantonalista, por el que luchó hasta que hubo de irse a Orán
Siempre he supuesto, como muchos murcianos, que Antonete Gálvez nació y vivió en la ciudad departamental, pero hace poco cayó en mis manos un documento ... que me sacaba de mi error y me mostraba las raíces murcianas del personaje más insigne del Cantón de Cartagena. Tuve acceso a la cantata estrenada en el cine Macanás de Torreagüera en noviembre de 1978, con música tradicional murciana interpretada por Ginés Torrano y los Cantonales, y en verdad quedé sorprendido por la letra y la música de tal composición, integrada por diversos palos de nuestra Región, tales como dos jotas y un bolero de Águilas, otras de Murcia y Rincón de Seca, una malagueña gitana y otra murciana, o una alegría de Ulea, unas perdicas de Caravaca y un fandango de Hinojar.
Pronto descubrí que Antonete fue inicialmente un líder de la Huerta de Murcia, nacido un 29 de junio de 1819 bajo el Monte de Miravete, precisamente en Torreagüera, y siendo sus principales fortalezas Puntarrón, la Cresta del Gallo y la propia Cruz de Miravete.
A través de ellas, el gran tenor describe la biografía del más valiente y honrado capitán, que defendió a su gente hasta la muerte. Por eso los huertanos y luego los cantonalistas, hombres 'bragaos', con amor y fiereza se le entregaron. Se rebeló contra la monarquía, pues «al huertano le quitaban a sus hijos de la tierra y luego se los llevaban para morir en la guerra». Y es que se dice allí que en ese tiempo reinaba la oligarquía, los ricos atesoraban mientras los pobres morían. Y cuando bajó de la sierra entró la República en Murcia, pero llega un momento en que «llamaron a Antonete los hombres de Cartagena, para hacer fuerte el cantón de la Ciudad marinera. De barco en barco arengaba a todos los marineros y así se fueron sumando al ejército del Pueblo. Y allí en el fuerte de Moros, en San Julián y en Galeras, la bandera del Cantón en lo más alto fue puesta».
Cuando la ilusión se mezcla con la honradez, despierta simpatía, aunque nunca se consigan los fines soñados
También renegó después de la República de 1873 y Torrano canta «la República moría por sus malos regidores, faltaban hombres de acción y sobraban oradores». No es ello extraño, pues bien se sabe que el primero de sus presidentes, D. Estanislao Figueras, tras unos meses más de desgobierno que de lo contrario, dijo en las Cortes: estoy hasta los cojones de todos nosotros, y seguidamente se marchó a Francia, dando pasó a Pi y Margall, que duraría también unos meses y al que se enfrentó nuestro personaje.
Toda esa frustración social y política produjo la férrea conversión de Gálvez al movimiento cantonalista, por el que luchó largo tiempo, hasta que hubo de marcharse a Orán con lágrimas en los ojos para salvar el pellejo. Y volvió como un león a su tierra, sin que la vejez y el sufrimiento hubiesen mermado su entereza, que nunca aceptó más honores que la voz de su conciencia.
Amanecer navideño del año noventa y ocho, en el huerto de San Blas, Antonete murió solo. Le negó el Señor Obispo tierra cristiana a su cuerpo y le fue dada a la fuerza porque así lo quiso el Pueblo. Y concluye la cantada con los siguientes versos: con la muerte de Antonete, huérfana quedó la Huerta, caracolas y guitarras enmudecieron de pena. La Huerta se puso luto con la muerte de Antonete y el aire se hizo bandera en la Cruz de Miravete.
La historia de este hombre es para mí una manifestación genuina del romanticismo de la época. Ese movimiento del siglo XIX, que tanto influyó en la literatura, en la filosofía y en la música, también impregnó la política, pues de otra forma no puede concebirse el cantonalismo, con las notas de utopía, idealismo, ilusión y hasta infantilismo que lo caracterizaron. Cómo pudieron, si no, unos cuantos hombres enfrentarse a las tropas del Estado y, sin embargo, con qué fuerza se acogió en el Levante español, sobre todo en nuestra Región y muy especialmente en Cartagena. Sabido es que cierta localidad murciana declaró la guerra a los Estados Unidos.
Pero es que, cuando la ilusión se mezcla con la honradez, despierta simpatía, aunque nunca se consigan los fines soñados, algo bien distinto al aldeano independentismo que hoy padecemos, fruto de la ambición y de la absurda defensa de que unos hombres y mujeres son más que otros por haber nacido en distinto lugar.
Exhorto a quienes puedan escuchar la deliciosa composición musical aquí comentada que lo hagan y la disfruten, aunque me imagino que en cualquier biografía de Ginés Torrano estará recogida y también en las todopoderosas enciclopedias digitales. Anímense a visitarlas, que seguro valorarán al personaje y al tenor murciano autor de la letra y la música de la cantata.
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