Los Magos en Gaza
Aliha rodeó su cama y las de sus hermanos de paquetes y bolsas de toda índole y se durmió feliz
El día 6 de enero, Aliha, una niña de siete años, se despertó en la habitación que compartía con sus hermanos de la casucha situada ... en la parte norte de la Franja de Gaza y, como hacía muy buen tiempo, rápidamente salió a la calle. Hacía semanas que no veía a sus vecinos ni jugaba con ellos, que no gozaba de su infancia, pues esa humildísima vivienda estaba en una zona continuamente bombardeada. Su vida consistía en correr de un lado para otro y en esconderse cuando tocaba.
Cuál fue su sorpresa al percibir que la gente paseaba plácidamente por allí, que las personas se saludaban y formaban corrillos comentando el buen clima, que no sonaban sirenas ni aparecían por allí ambulancias, que no observaba la presencia de hombres armados.
Las casas no estaban destruidas y no había escombros en ningún lugar. Tras comunicar a sus hermanos lo que estaba contemplando, todos se lanzaron a la calle entusiasmados, mientras sus padres reparaban en la veracidad de lo que la niña les estaba narrando.
De forma espontánea alguien apareció con un balón y todas y todos los pequeños se pusieron a jugar al fútbol en un solar de la aldea. Allí permanecieron varias horas, como si quisieran recuperar las largas semanas sin poder divertirse todos los vecinos juntos.
Y es que era un día normal, brillante y soleado, disfrutable para mayores y menores. Grupos de conocidos paseaban por las calles y nadie miraba al cielo para detectar algún misil. Gaza estaba en paz.
Pero a primera hora de la tarde algo alteró la situación, pues niños y padres empezaron a observar que de lejos aparecía por allí una extraña comitiva, aunque el polvo que levantaba no les dejaba contemplarla con nitidez. Pasados unos minutos pudieron percibir la presencia de un auténtico cortejo, encabezado por un grupo de personas ataviadas con vistosos ropajes y seguidas de una caravana de carruajes tirados por caballos y que transportaban algo en su interior que no se veía, pues unas enormes lonas los cubrían. Tras ellos, se divisaban varios camellos también cargados de paquetes y, casi al final de la caravana otros tres grandes camellos montados por unos personajes que dejaron a los niños boquiabiertos, sorprendidos y maravillados, pues se trataba de unos hombres de avanzada edad, los tres coronados, dos de ellos de piel blanca y el tercero de piel negra, con ropas muy lujosas y rodeados de muchos acompañantes a pie, a los que identificaron como pajes de los Reyes.
Cuando el cortejo se detuvo en el centro de la aldea, las lonas de los carros fueron retiradas y los niños pudieron presenciar el cargamento, consistente en multitud de juguetes de toda clase, grandes y pequeños, así como bicicletas, patines, motos y coches infantiles. Eso sí, ningún juguete bélico. Enormes bolsas de caramelos, chuches y dulces de toda clase completaban el cargamento. Los pequeños fueron informados por un reportero español que cubría la guerra en ese lugar de la presencia en Gaza de SS. MM. los Reyes Magos de Oriente, que se desviaron de su ruta de cada año hacia Occidente para alegrar un día de sus vidas, completamente destruidas por la guerra desde hacía ya tiempo. En el cielo podían divisar todos un enorme cometa que brillaba como un astro y el español les habló de cuanto significaba esa espléndida señal que guiaba en su largo camino de ida y vuelta a los Magos. También les dijo que la primera vez que estos jerarcas viajaron fue hasta Belén, un pueblo de Cisjordania, para visitar a un niño llamado Jesús que acababa de nacer allí.
Hasta muy entrada la noche se divirtieron todos como jamás lo habían hecho y con un montón de regalos cada uno se fue a su casa para acostarse. Aliha rodeó su cama y las de sus hermanos de paquetes y bolsas de toda índole y se durmió feliz, como los demás, pese a que apenas cabían en su mísero cuarto. Su sueño consistió en recordar el día vivido y en imaginar las vicisitudes que aquellos viajeros vivirían hasta llegar a España para satisfacer también a los niños de ese lejano país. Pero al amanecer del día siguiente una enorme explosión le cortó el sueño y la levantó de la cama sobresaltada. La aldea estaba de nuevo siendo bombardeada y tuvo que salir corriendo con sus padres y hermanos a buscar refugio. La realidad se imponía y la guerra mostraba de nuevo su siniestra cara, llenando de dolor y de infamia ese territorio donde le tocó nacer.
Nunca olvidará esa niña el día más feliz de su vida y siempre invoca a los Reyes Magos cuando tiene un descanso en medio del horror de la guerra.
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