Partido
Tirando a dar ·
Es casi poética la forma en la que una amistad, que se suponía sólida, se disuelve en el aire como el humo de un cigarrillo un día de vientoPartido, sí señores, y no de fútbol, ni político, no. Partido en la elección del miembro de la pareja con el que vamos a seguir ... teniendo relaciones amistosas una vez que esta se separa.
Ahí tenemos la 'maravillosa' danza de la separación, ese evento donde no solo se quiebra una relación amorosa, sino que también se desvela el verdadero rostro de la amistad. Qué fascinante es observar cómo los amigos de una pareja, en su infinita sabiduría y madurez, se apresuran a tomar partido. Porque, claro, en el complejo y multifacético universo de las relaciones humanas, lo más lógico es que los amigos elijan un bando, como si estuvieran en medio de una batalla épica digna de la 'Ilíada'.
Resulta poco menos que entrañable cómo, en el preciso momento en que se anuncia la ruptura, estos amigos, que hasta entonces habían sido el epítome de la imparcialidad y la empatía, se transforman en jueces y jurados. Es casi como si tuvieran un botón de emergencia escondido en algún lugar, listo para ser pulsado al primer indicio de discordia conyugal. De repente, se convierten en expertos en relaciones, dispuestos a analizar, juzgar y, por supuesto, tomar una decisión final e irrevocable sobre quién merece su lealtad eterna. Y lo hacen, o lo hacemos, con tal convicción y rapidez que uno no puede sino maravillarse ante su capacidad de discernimiento. «Ella siempre fue la víctima, pobrecita», dirán algunos, mientras otros proclaman con igual fervor que el santo era él y que no entienden cómo pudo aguantar tanto tiempo a una bruja semejante. Porque, evidentemente, en cualquier ruptura, uno siempre es el santo y el otro el pecador. Aunque en tantas ocasiones sea así, también es cierto que no dejamos espacios para matices o grises en este blanco y negro de la amistad postruptura.
Lo más encantador es cómo, una vez que hemos elegido el bando, decidimos que lo más prudente y justo es cortar toda relación con la otra parte. ¡Qué muestra de integridad! Después de todo, ¿quién querría mantener una amistad con alguien que, hasta hace poco, formaba parte integral de nuestra vida social y compartía con nosotros risas y confidencias? No, no, eso sería demasiado complicado. Es mucho más fácil borrar de un plumazo a esa persona como si nunca hubiera existido, aunque, a veces es la persona en cuestión quien nos elimina de su vida como quien le da a la tecla de suprimir en el ordenador.
Y se hace de manera tan elegante y considerada... Primero, comienza un distanciamiento sutil: mensajes que no se responden, llamadas que se pierden en el limbo del buzón de voz. Luego se avanza a la fase de la desaparición total: eliminación de redes sociales, desapariciones de grupos de chat, y finalmente, un olvido total. Es casi poética, ¿no es así?, la forma en la que una amistad, que se suponía sólida y duradera, se disuelve en el aire como el humo de un cigarrillo un día de viento.
Por supuesto, no podemos olvidar la etapa final de esta tragicomedia; las reuniones en las que el exiliado se convierte en el tema principal de conversación. Aquí es donde los amigos leales se reúnen para reafirmar su elección de miembro, compartiendo anécdotas y recuerdos que, convenientemente, siempre ponen en mal lugar al ausente. Porque nada dice mejor eso de 'somos buenos amigos' como demoler la reputación de alguien que ya no está presente para acordarse de la madre que nos parió.
Y ¿quién puede culpar a estos amigos por su comportamiento? Después de todo, la vida es demasiado corta para complicarse con lealtades divididas y esfuerzos por mantener amistades con ambas partes. Mucho más sensato simplificar las cosas: blanco o negro; bueno o malo; nosotros o ellos. La sutileza y la empatía están sobrevaloradas cuando se trata de algo tan crucial como una separación.
Desde luego, en una separación, la reacción de los amigos es digna de una tesis doctoral. Esa prisa por tomar partido, esa habilidad para borrar a quien formó parte de nuestra vida, esa devoción por hablar mal de la otra parte contratante... muestra una visión del mundo simplista y directa. De todas formas, brindemos por esos amigos que, en su fervor por demostrar su lealtad, nos recuerdan que, en el gran teatro de la vida, todos jugamos nuestros papeles con una seriedad que solo puede ser descrita como irónicamente absurda. Y tengamos un poco de misericordia con nosotros mismos cuando los remordimientos por la radical elección de un miembro de la pareja nos quiten el sueño.
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