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Estaba dormido cuando lo despertó el fuerte dolor producido por una sonora pedrada en el cogote. El acto reflejo fue inmediato, intentó apoyar las manos ... para levantarse y comprobar qué había ocurrido, pero una sensación terrorífica lo recorrió por entero: no tenía brazos y su cabeza colgaba balanceándose sobre un cuello irreconociblemente más largo. Una segunda pedrada le hizo dar un salto y se descubrió a sí mismo con unas pequeñas alas. Quiso pedir ayuda, pero de su boca salió un graznido agudo que lo espantó todavía más y que lo dejó helado cuando al saltar vio, en el reflejo del agua, que era un pato el que saltaba por él. No lograba entender qué puñetas había sucedido. Ayer se acostó en su cama como cada noche después de un día ajetreado de trabajo en el Ayuntamiento intentando que su concejalía saliera airosa, no ya del trabajo habitual, sino de los innumerables problemas que surgían cada día. Y ahora se despertaba convertido en un pato, en un estanque sucísimo y recibiendo, junto a otros patos, pedradas por parte de unos gamberros.
Tenía que tratarse de una pesadilla. Cerraría los ojos, intentaría dormir otra vez y seguro que cuando volviera a abrirlos todo estaría de nuevo como debería estar. Apretó con fuerza unos párpados que subían y bajaban sin lograr que el sueño lo sacara de aquella pesadilla. Entendió que tenía que hacer algo mientras aquellos gamberros, unos, seguían tirándoles piedras y otros agarraban a unos pequeñísimos patitos y se los guardaban en los bolsillos ante el desconcierto de, a todas luces, su madre: una pata que arremetía contra ellos con las alas abiertas y graznando; sí, lo entendió, sobre todo, cuando una mano humana y fuerte le agarró el cuello mientras unas voces hacían apuestas sobre el tiempo que podría seguir respirando sin dejarle pasar el aire.
Por su mente de... hombre-pato cruzaron como saetas las varias reclamaciones que llevaba 'soportando' en su correo sobre las pésimas condiciones de los patos en los jardines de la ciudad por parte de varios vecinos más pendientes de la inseguridad de los animalicos que de las suyas propias, puesto que esos quijotes y 'quijotas' exponían su propia seguridad enfrentándose a las pandillas de malnacidos que disfrutaban torturando a unos indefensos patos que no tenían ni un lugar donde refugiarse, ni mucho menos donde anidar; y a quienes robaban patitos quizá para ofrendarlos como juguetes o, quién sabe, si para convertirlos en un apetitoso manjar. Recalculó que entre aquellas personas había una mujer de negros ojos que le había insistido, más bien rogado, con denuedo que revisara las condiciones de esos animalicos y que los devolvieran a un hábitat más natural para ellos, eso después de haberle explicado que ya lo había pedido por varios conductos oficiales y hasta por el sursuncorda sin obtener resultado alguno para esos pobres patos. Ella, tenía que ser ella la que... por algún extraño encantamiento lo había convertido en un pato para que pudiera entender y vivir de primera mano lo que ocurría en aquella especie de pocilga infecta.
La mano aflojó por un momento la presión y comprobó cómo varios ejemplares de pato se lanzaban a picarles a los zánganos mientras le decían a él «tanto tiempo esperando que vinieras a ayudarnos y ahora resulta que somos nosotros los que tenemos que ayudarte a ti».
Pero las embestidas de las aves no lograron que el sujeto dejara de apretar su cuello. Por el contrario, cada vez era más difícil respirar hasta que todo quedó a oscuras.
Abrió los ojos a una luz cegadora que entraba por la ventana de su dormitorio mientras tosía como si lo estrangularan. Tosía, lloraba, se tocaba manos, cara, brazos, piernas. Pensó en la 'Metamorfosis' de Kafka y especuló si lo de despertarse convertido en cucaracha había sido solo producto de una mente literaria o de una terrible experiencia.
Nadie se lo creería, así que no perdería el tiempo en decirlo a nadie. Eso sí, de ese día no pasaba que los patos desaparecieran del jardín y tuvieran el hogar digno que merecen como animales y no como atracción de incívicos ciudadanos.
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