Hecha la ley...
Sería más efectivo apostar por una educación basada en el respeto y en valores sólidos, como base de una sociedad más sana y consciente
El ministro de Transformación Digital y la Función Pública de España, José Luis Escrivá, hizo unas declaraciones, hace una semana, sobre la idea de implementar ... un sistema de verificación de edad para evitar que los niños accedan a contenido pornográfico. Como dirían en mi pueblo, «casi na lo del ojo... y lo llevaba en la mano». Este hombre no debe de tener niños en edad de que le den sopas con honda en cuestión de manejo de aparatitos. La realidad es que, en cuanto a tecnología se refiere, los niños aventajan ampliamente a sus padres. Ellos crecen rodeados de dispositivos electrónicos y tienen una capacidad innata para adaptarse rápidamente a nuevas tecnologías. Es decir, a cualquier medida restrictiva que se implemente, ellos encontrarán la manera de burlarla. El refrán 'hecha la ley, hecha la trampa' nunca ha sido más cierto.
No hay que ir muy lejos para comprobar esto. Basta con observar los numerosos casos de niños que han robado las tarjetas de crédito de sus padres para realizar compras en internet, ya sea en tiendas virtuales o, peor aún, en casinos online. Si estos pequeños pueden eludir los sistemas de seguridad financiera, ¿cómo no van a poder saltarse las normas establecidas para no ver pornografía? Los filtros y sistemas de control, por sofisticados que sean, no representan un desafío insuperable para ellos.
Además, la puesta en funcionamiento de un sistema de control para la pornografía implica un nivel de espionaje y control que va más allá de la protección infantil. Al final del día, estos sistemas también pueden utilizarse para controlar a los adultos, registrando sus hábitos y preferencias en internet, lo que representa una invasión inaceptable a la privacidad. Esto crea un registro de los adultos que consumen contenido pornográfico, poniéndolos en una lista que puede ser utilizada con fines cuestionables.
Personalmente, la pornografía me repugna. Este tipo de contenido suele reducir a la mujer a un mero receptáculo, a un objeto sin valor más allá de su utilidad sexual. La pornografía ha causado un daño incalculable tanto a niños como a adultos. Ha distorsionado la percepción de las relaciones sexuales y del respeto hacia el otro. Los niños que acceden a este contenido desarrollan una visión retorcida de la sexualidad y de las relaciones interpersonales. Y los adultos, muchas veces, quedan atrapados en una espiral de consumo que afecta negativamente a sus relaciones y su vida emocional.
Por muchas barreras que pongan, los niños lograrán burlarlas con relativa facilidad. Considero, como muchos otros, que sería más efectivo apostar por una educación basada en el respeto y en valores sólidos, como base de una sociedad más sana y consciente. Los niños deben entender qué está bien y qué no, y eso se logra mediante una comunicación abierta y honesta. Educar a los niños sobre los peligros y las realidades de la pornografía, y enseñarles a valorar y respetar a las personas, es una estrategia mucho más eficaz a largo plazo.
Fomentar un entorno en el que los niños se sientan seguros para hacer preguntas y expresar sus dudas es fundamental. Los padres y educadores deben estar preparados para abordar estos temas de manera adecuada y sensible. Es necesario crear una cultura de respeto y empatía en la que los niños aprendan a valorar a los demás como seres humanos completos y no como objetos.
La tecnología avanza a pasos agigantados, y los métodos tradicionales de control y censura no son suficientes para enfrentar los desafíos que presenta. En lugar de intentar restringir y controlar el acceso, debemos centrarnos en empoderar a los niños con la información y las herramientas necesarias para tomar decisiones responsables y respetuosas.
El Ministerio de Transformación Digital podrá elaborar un sistema para que los niños no accedan a la pornografía, pero eso es, en el mejor de los casos, ingenuo, y en el peor, una medida de control que atenta contra la privacidad de los adultos. Los niños, con su ingenio y habilidades tecnológicas, siempre encontrarán la manera de burlar las restricciones. Y los adultos de cabrearse por estar fichados. Así que, y no es por incordiar, por muy buenas intenciones que le haya puesto el señor Escrivá, ni de lejos podrá hacer frente a este problema de manera efectiva y sostenible.
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