Tirando a dar

Escúpeme

Han convertido el poder político en una pocilga, y a las mujeres en víctimas y cómplices forzadas de su degradación moral

No, no es que me vaya a casar con toda la parafernalia de la película 'Mi gran boda griega'y mi familia y amigos deban ... estar lanzando sobre mí pequeños escupitajitos para desearme muuucha suerte; ni tampoco soy masoca para realizar semejante petición de modo literal. Lo mío es más bien metafórico e imposible: ante todo lo que estamos viviendo y escuchando, yo, que confieso mi profundo amor a la palabra, no puedo seguir tragando semejante sarta de asquerosas obscenidades en boca de a quienes... ya no les pido que sean caballeros, pero, al menos, que disimulen un mínimo. Que hagan el teatrillo de parecer personas civilizadas y no primates salidos de una película cutre de los años 70.

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Pero no, ni eso. No llegan ni a burdos amasadores de palabras cuando se refieren a mujeres que están siendo explotadas sexualmente. Mujeres, sí, con nombres y apellidos, con historias truncadas, no «carne de relevo», no «montura prestada», no «putas que se enrollan que te cagas». Y, para más inri, no he escuchado ni una sola voz femenina de sus filas levantarse, plantarse, indignarse, aunque sea con un mínimo de decoro, y decir basta ya. Y entonces sí, lo digo en serio: me gustaría que la tierra me tragara y me escupiera en el último rincón perdido del planeta. Porque este no es el país que quiero, ni la política que merecemos.

Asco. Siento tal cantidad de asco de escuchar a estos machos cabríos con corbata, no ya por repartirse el dinero de nuestros impuestos como cartas de una baraja marcada, sino por lo cochambroso del lenguaje que usan, por cómo escupen frases como quien lanza colillas por la ventanilla del coche: con desprecio, sin pensar, sin freno. Repugnancia de escucharles hablar de mujeres como si fueran cromos, como si fueran botines de guerra. Porque eso es lo que hacen: se reparten mujeres, se las intercambian, las rebajan a carne de saldo. Esta es buena porque se enrolla mejor que una alfombra persa; la otra es fresca, novedad... Y todo dicho con una naturalidad de vómito.

Son 'señoros' que creen que la dignidad de una mujer cabe en un sobre y en una cama

Pero claro, la culpa debe de ser mía, por seguir siendo una ingenua. Yo, que pensaba, fíjate tú qué boba, que ese tipo de lenguaje digno de los chistes más soeces y groseros de los finales del franquismo ya no existía. Que estaba enterrado en los bares de carretera y en los programas casposos de años atrás. Yo, que me creí que los tan cacareados partidos que venían a dignificar a la Mujer –con mayúscula– eran sinceros. Que esos discursos de igualdad, de respeto, de lucha contra la violencia machista, eran algo más que lemas hipócritas para quedar bien en el mitin del 8 de Marzo.

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Y ahora, aquí me tienen. Ojiplática, estupefacta, escuchando grabaciones en las que los supuestos defensores de los derechos de las mujeres resultan ser quienes organizan las juergas, quienes insinúan, quienes follan como mandriles (disculpen el lenguaje, pero intento ser lo más fiel posible a sus comentarios). Quienes, al parecer, en la intimidad de los paradores nacionales y de los pisos picaderos se convierten en otra cosa: en eso. En babosos de manual. En esos 'señoros' que creen que la dignidad de una mujer cabe en un sobre y en una cama. Bueno, no todos. Koldo, al menos, reconoce que la «pobre chica no solo sirve para follar». ¡Dremíadelamorhermoso!

Y ya el colmo: la alcantarilla explota, porque ellos mismos, los cabezas pensantes del trío, han sido tan... jodidamente imbéciles como para dejarse grabar por uno de ellos, por el aparentemente más tonto.

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¿Y saben qué? Ya no me dan ni rabia. Me dan asco. Y vergüenza. Porque por su culpa, por sus miserias, por su putrefacción ética, nos arrastran a todas. Porque han convertido el poder político en una pocilga, y a las mujeres en víctimas y cómplices forzadas de su degradación moral.

Así que, como son las cinco y todavía no he comido, perdonen ustedes, pero voy a invocar una vez más mi deseo: «Tierra, trágame. Y escúpeme lejos, donde no llegue el eco de estos cerdos trajeados que se atreven a llamarse representantes del pueblo mientras esputan en lo más sagrado: la dignidad humana».

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