Alfonso X y Murcia, octavo centenario
Hay que propiciar el reencuentro de la sociedad murciana con un rey que tanto le dio
El siglo XIII fue una época muy singular de la historia por muchas razones entre las que descuella la de haber tenido al frente del escenario político europeo una serie de monarcas de extraordinaria calidad tanto en su aspecto humano como en sus actitudes y capacidades de gestión de la res pública. Hombres de la categoría de Federico II, Luis IX de Francia, Eduardo I de Inglaterra, Jaime I de Aragón, Fernando III de Castilla y León, y todos ellos emparentados entre sí. Pero quizá el más ilustre de los reyes europeos de este siglo lo fuera Alfonso X, al que la historiografía ha titulado con toda razón el Sabio, que superó a sus parientes europeos en talento, capacidad política y nivel intelectual. Fue hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia, nacido en Toledo el 23 de noviembre de 1221, por lo que se cumple en este año el VIII centenario de su nacimiento.
Es conocido el síndrome de las efemérides propiciado por parte de la historiografía hispánica para conmemorar hechos históricos significativos que han marcado la vida de la sociedad. Así, en los últimos años se han celebrado en nuestra región hitos como el IV centenario de la expulsión de los moriscos, el IV del voto de la Inmaculada Concepción, o los correspondientes de la fundación de la Universidad de Murcia o de la Real Academia de Alfonso X el Sabio y algunos más que han dado como resultado la producción de importantes publicaciones y eventos académicos de categoría internacional. No es, pues, nuestra intención en este artículo esbozar la vida y obra del Rey Alfonso, por otra parte muy estudiada ya, sino propiciar el reencuentro de la sociedad murciana con un rey que tanto le dio, así como pedir a las instituciones administrativas, culturales, académicas y religiosas de la Región su participación para conmemorar la efemérides con la pompa que el acontecimiento merece. Así se está haciendo en la ciudad de Sevilla, la otra amada de Alfonso X, en la que su universidad, arzobispado, ayuntamiento, cabildo catedral, cabildo alfonsino y otras muchas instituciones están tirando la casa por la ventana para celebrar una digna conmemoración. Murcia, pues, no puede quedar atrás en esta importante conmemoración.
En los primeros días de mayo de 1243, tras el pacto de Alcaraz, el joven infante Alfonso, con 22 años, hacía su entrada en la capital de Tudmir, iniciándose así el período del protectorado castellano. Desde ese día hasta su muerte, en 1284, el rey Alfonso se entusiasmó con el Reino de Murcia y, de manera especial, con su capital que, junto con Sevilla, fueron sus dos ciudades más queridas. Ese especial afecto le llevó a concederle multitud de privilegios y donaciones y es que el período alfonsino significó para el Reino de Murcia un siglo de plenitud y cambio en todos los aspectos de la sociedad murciana, en el que se pusieron los cimientos de nuestra actual identidad regional, como bien nos dijo en su momento el profesor Rodríguez Llopis, Alfonso X permitió integrar Murcia en Europa segregándola de Al-Ándalus, que fue el territorio político, social, económico, religioso y cultural al que había pertenecido hasta entonces.
Una vez recibido el vasallaje hudita, el infante se dispone a la ingente tarea de reestructurar la administración del territorio. Fue una de sus primeras decisiones, junto con la castellanización, la cristianización del nuevo reino con la consecuente creación de la diócesis de Cartagena, hecho ocurrido en 1250 por bula de Inocencio IV y nombramiento de su primer obispo fray Pedro Gallego, amigo y confesor del infante, del que próximamente se publicará un novedoso artículo en revista especializada, sobre su vida y obra. Fue dotada con abundantes donaciones y privilegios, se creó el cabildo catedralicio y una incipiente red de parroquias y se demarcaron los límites de la diócesis coincidentes con los del reino.
Alfonso, Gallego y al-Ricotí, convirtieron Murcia en un emporio cultural. Se hicieron repartimientos y cartas puebla. Dotó de fueros a las ciudades más importantes del reino que en los momentos más difíciles del rey, como la cuestión del imperio y la guerra con su hijo Sancho, siempre le fue fiel.