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Agroecología, el cambio inaplazable

Domingo, 7 de junio 2020, 00:26

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¿Puede la agricultura ecológica alimentar al mundo? Al reflexionarlo, me planteé si el sistema agroalimentario globalizado, modelo imperante hoy, podía alimentar al mundo de forma sostenible y saludable. Es evidente que no. La producción de alimentos suficientes para una población en crecimiento exponencial ha fracasado. Más de 800 millones de personas padecen hambre severa y más de 150 millones de niños, retraso del crecimiento. Peligra el objetivo de erradicar el hambre en el mundo en 2030.

Nuestro sistema agroalimentario se basa en una dieta poco diversificada y con una elevada proporción de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y azúcares. Como consecuencia, unos 2.000 millones de personas padecen carencia de vitaminas y minerales esenciales para potenciar la inmunidad y un desarrollo saludable (hambre oculta) y, paradójicamente, una población similar tiene obesidad y sobrepeso, lo que, según la OMS, mata a 2,8 millones de personas al año.

Solemos oír que hay que producir más para alcanzar el hambre cero. Pero, si tiramos el 30% de nuestros alimentos a la basura, reducir este desperdicio a cero permitiría alimentar a 2.000 millones de personas más, lo suficiente para alcanzar el hambre cero. El problema no es de producción. Las causas son estructurales: pobreza, desigualdades, conflictos, acceso y acaparamiento de tierras, mala distribución o políticas agroalimentarias erróneas.

La agricultura industrializada no soluciona el hambre y el uso indiscriminado de agrotóxicos amenaza nuestra salud. Cada vez son más las evidencias científicas que relacionan pesticidas con ciertos cánceres, alteraciones en el sistema endocrino o asma, entre otras dolencias. La población más vulnerable a esto son los agricultores y sus familias; niños, neonatos, fetos y mujeres embarazadas.

Pero este sistema también repercute en la salud ambiental. Una prueba palpable es la muerte de toneladas de peces y crustáceos en el Mar Menor como consecuencia de, entre otras causas, las toneladas de nitratos y otros contaminantes procedentes de los cultivos circundantes; o los plásticos, que también terminan en el mar. Además, este modelo globalizado genera del 45% al 50% de los gases de efecto invernadero, incluidas las emisiones de la producción y las derivadas de los cambios de usos del suelo y la deforestación, así como del procesamiento, transporte, venta de alimentos y gestión de desperdicios.

También el medio rural se ha visto afectado. Muchos agricultores no pueden vivir con lo que les pagan por sus productos. Hace un mes, clamaban en carreteras y ciudades por precios dignos y respeto. Y, aunque en este confinamiento se está empezando a valorar el papel esencial de los pequeños y medianos agricultores en la provisión de alimentos, lo justo sería pasar de la valoración social al cumplimiento de sus demandas.

Hay que actuar de forma rápida y enérgica para que esta crisis alimentaria, ambiental y socioeconómica no se agrave en breve con el aumento de la población mundial, su concentración en grandes urbes, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad asociada a los cultivos.

Para afrontar estos desafíos, necesitamos un cambio de modelo agroalimentario y de estilo de vida más acordes con los límites de los recursos naturales del planeta, y más justos y equitativos con la distribución de beneficios en toda la cadena alimentaria. Esta necesidad de transformación urgente requiere de una nueva revolución que vendrá de la mano de la agroecología. Esta ciencia trata de diseñar modelos agroalimentarios sostenibles, eficientes, justos y resilientes desde la perspectiva económica, ambiental y sociocultural. La consecución de estos objetivos exige recuperar el mayor grado de autonomía en la producción y consumo de alimentos, actualmente en manos de oligopolios, y la puesta en marcha de principios agroecológicos (mayor diversidad, uso de variedades locales y especies que requieran pocos insumos, precios justos, condiciones laborales dignas, mercado local,...).

Desde los años 70, la revolución agroecológica se ha extendido en el mundo como un movimiento por la soberanía alimentaria y va calando en la sociedad española. De hecho, en la sociedad civil se generan debates sobre la necesidad de transformar la producción de alimentos e instar a que las políticas agrarias nacional y europea incluyan medidas de apoyo a la agroecología. En la Región sobresale la actividad de la Red de Agroecología y Ecodesarrollo (RAERM), que desde 2005 fomenta esta producción y su consumo y distribución en circuitos de proximidad. Además, promueve y participa en tres proyectos de innovación agraria, financiados por la Comunidad y Feader, para la selección de cultivos adaptables al cambio climático, la transición y dinamización agroecológica en espacios naturales y zonas de amortiguación (centrada en Sierra Espuña) y la vertebración de una cadena agroalimentaria entre la Huerta de Murcia y su entorno metropolitano (Tejiendo Redes) junto al Ayuntamiento de Murcia.

La agroecología es el futuro en el marco de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, pero la transición hacia la sostenibilidad del sistema será un proceso lento. Que se acelere o no dependerá del apoyo desde las políticas agrarias, de la mejora en la formación y educación agroecológica, de la puesta en marcha de proyectos participativos de innovación y del compromiso de los consumidores con esta producción y el consumo local. Lo que está claro es que esta emergencia sanitaria nos revela que el tránsito hacia la agroecología es urgente, necesario e inaplazable.

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