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El agricultor en tiempos de confinamiento

Todos los días, alguien se levanta antes de que salga el sol y trabaja hasta el anochecer para arar, sembrar, abonar, regar, fumigar, podar y recolectar

Miércoles, 22 de abril 2020, 02:13

En esta primavera ha aflorado un nuevo orden de prioridades. Ahora, lo esencial cobra un mayor protagonismo. También nuevas leyes y recomendaciones que los poderes públicos han puesto sobre la mesa para recobrar la normalidad, sin ser plenamente conscientes de que, para que esto suceda, el agricultor ha tenido que alimentarlos a todos.

Todos debemos cumplir con nuestras obligaciones, en el lugar de trabajo o en casa, para contribuir a solucionar el problema. Los sanitarios curan a los enfermos con esmero y sin descanso. Los profesores enseñan con entusiasmo y profesionalidad. Los industriales se esfuerzan en fabricar lo necesario y los comerciantes para que los productos nos lleguen diariamente. Pero para que esto ocurra, el agricultor tiene que asumir riesgos para alimentarnos a todos. Y, cuando todo esto acabe, seguro que podremos seguir disfrutando del medio rural, del paisaje y de la naturaleza, porque el agricultor habrá estado cuidándolos.

Tras la puesta del sol, salimos a aplaudir a los balcones sin reparar que, todos los días, alguien se levanta antes de que salga el sol y trabaja sin descanso hasta el anochecer para arar, sembrar, abonar, regar, fumigar, podar y recolectar. Sin importarle si hace frío o calor, si llueve o nieva, o si tienen que afrontar una pandemia que, al igual que a sus familiares y amigos, podría llevarle al hospital. Y, pese a estas múltiples ocupaciones y adversidades, todavía es capaz de sacar tiempo y fuerzas para, de forma desinteresada, desinfectar calles para proteger a sus vecinos. Ese alguien es el agricultor.

Para que todo esto suceda, el agricultor habrá tenido que sufrir la dureza de las sequías, de las tormentas y de las plagas, e incluso la pérdida de su trabajo y de sus ahorros porque sus cosechas no son retribuidas de forma justa por el mercado. Y, a pesar de todo, con resignación y una leve sonrisa, confiará en que su próxima cosecha le permita mantener a su familia y que algún día sus hijos se sientan orgullosos de él.

Todos deseamos terminar cuanto antes con esta pesadilla de pandemia y continuar con normalidad nuestras vidas, ir a trabajar, disfrutar de la familia y de nuestro tiempo de ocio, solos o en compañía de los amigos, y cuando esto suceda el agricultor tendrá que seguir alimentándonos.

Llegado este momento, posiblemente seguiremos sin ser conscientes de que mientras a un médico, un abogado, un arquitecto... lo podemos necesitar en algún momento de nuestra vida, todos los días, al menos tres veces, necesitaremos de un agricultor para que nos alimente. Pero podemos estar tranquilos, sabemos que lo hará de forma silenciosa hasta que llegue el momento de su jubilación y se retire a vivir, de manera discreta y humilde, como siempre lo ha hecho, con una pensión que apenas llega a la mitad de la que perciben la mayoría de los españoles. Y, además, a cambio de nada, nos habrá obsequiado a todos con una lección magistral sobre valores como la sencillez, la honradez, el sacrificio y la generosidad, de los que cada vez estamos más necesitados.

Este comportamiento del agricultor no es novedoso, antes incluso del nacimiento de Cristo, ya se sabía que «la agricultura, para un hombre honorable y de alto espíritu, es la mejor de todas las ocupaciones y artes por medio de la cual un hombre puede procurarse el sustento» (Jenofonte, 431 a. C. - 354 a. C.), y que «la agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre» (Cicerón, 106-43 a. C.).

Sirvan estas palabras como reconocimiento y gratitud a todos aquellos agricultores y ganaderos que, como nuestros padres, han dato tanto a cambio de tan poco, y para reivindicar el máximo respeto y apoyo para ellos por parte de todos y, especialmente, por los poderes públicos. Ello ayudará a mantener una actividad agraria rentable en beneficio de todos y a evitar que algún día tengamos que participar en una carrera por acceder a los alimentos, y pagar unos precios desorbitados, como lamentablemente sucede estos días con muchos productos sanitarios. Y lo que todavía sería peor, que no podamos acceder a ellos con la inmediatez necesaria por el carácter biológico de la producción agraria, que impide incrementar la producción de forma rápida en pocos días, semanas o meses.

Deseamos que esta nueva perspectiva, en la que necesidades básicas recobran una mayor importancia, contribuya al desarrollo de la humanidad, junto con el de la agricultura, basado en el cuidado de los recursos naturales, el amor a la tierra, el esfuerzo de las personas que la trabajan y la solidaridad de toda la sociedad.

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